Para clasificar la notoriedad se pueden establecer diversas categorías. Es un atributo que se puede adquirir por ganar un premio literario o por recibir una paliza.
Por un lado está la inefable Aída Nizar: de profesión, contertulia. Como muchos de estos profesionales del pressing catch verbal, saltó a la fama con "Gran Hermano", un programa-concurso-estudio sociológico que era en realidad un casting de nuevos talentos para amenizar los soporíferos programas del corazón, que desde su advenimiento se han convertido en una sucesión de acusaciones, contraacusaciones, falsos testimonios, calumnias, gritos, insultos y alguna que otra lágrima. El último numerito de la Nizar ha sido el de los lloros. En su más reciente y apoteósica intervención en un espacio de esta índole, la muchacha relató una espeluznante historia: mientras paseaba tranquilamente por su ciudad natal una banda de adolescentes iracundos la rodeó mientras le gritaba improperios del tipo "puta lesbiana" o "no tienes tantos cojones como en televisión, cobarde". Presa del pánico, la estrella catódica corrió a refugiarse en una perfumería, de la que salió cuando vio que el grupo se alejaba. Craso error, pues los jovenzuelos regresaron y el cabecilla le arreó un bofetón que le perforó un tímpano y la envió al suelo. Los agresores, dándola por muerta, se marcharon diciendo: "no vas a ser la única, lo mismo les va a pasar a Mila Ximénez, Chenoa, Jorge Javier Vázquez y Lydia Lozano". Qué fueeerrrtee. Pero Aída se recuperó y al día siguiente ya estaba en "A tu lado" para contarlo todo. Previo paso por caja, claro.
En el otro extremo, el regreso de la escritora Lluisa Forrellad, que ganó el (por aquel entonces) prestigioso Premio Nadal con su primera novela, "Siempre en capilla" en 1953. El éxito la desbordó y decidió dedicarse a cultivar el silencio durante los siguientes 50 años. No abandonó la escritura, como Salinger o Rulfo, pero guardaba lo que escribía en un cajón y se dedicaba a vivir la vida, como si la fama fuese una especie de muerte. Pero volver a publicar después de cinco décadas es un hecho cuando menos, notorio.
En nuestros días, el concepto de fama está tan mezclado con el de éxito que apenas se pueden separar uno de otro. No es nada malo intentar conseguir notoriedad, pero, dependiendo del tipo de fama que desees, puede provocar que te merezcas una paliza.
lunes, 27 de marzo de 2006
Notorious
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1 parlamentarios:
Si por salir en la tele eres famoso, el portero de mi curro debe serlo un huevo ya que su aspecto de cuarentón buenorro y de origen indefinido le ha hecho grabar un montón de anuncios. Desde que pilló la portería sólo ha aparecido en uno ¿es incompatible una portería con la fama? ¿Qué opina Casillas de todo esto?
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