martes, 21 de marzo de 2006

Bajo el signo de Capricornio

Las historias de amor estable y duradero son mejores para la vida real. Por eso prefiero "Atormentada" a "Luz que Agoniza". Ambas comparten a la pareja Ingrid Bergman-Joseph Cotten, pero mientras la primera es un tonto melodrama de misterio en el que los actores apenas comparten un par de escenas, la segunda es un romance mucho más intenso, pues los amores nacidos bajo el signo de capricornio siempre son tormentosos. Alfred Hitchcock, que a pesar de su fama de tétrico rodó varias obras maestras sobre el amor, debió pensar en la química entre ambos intérpretes y decidió volver a reunirlos. Ingrid Bergman era la megaestrella de la década de los 40 (algo así como la Nicole Kidman de la época) y Joseph Cotten uno de los galanes más cotizados. Ambos habían trabajado ya con el director inglés, que volvió a su tierra natal para rodar esta lujosa superproducción, suerte de mezcla entre "Rebeca" y "Cumbres borrascosas", una decimonónica historia de romanticismo exaltado ambientada en la inhóspita Australia.
La presentación de Henrietta Flusky es una de las mejores de la historia del cine: después de anunciar su indisposición, su marido siente unas leves manos que se posan sobre sus hombros. La cámara asciende lentamente hasta descubrir el rostro de la protagonista, un rostro obnubilado por la bebida. La Bergman, que sólo quería hacer obras maestras, debía considerar un reto los personajes alcoholizados, pues ya aparecía borracha en su anterior trabajo con Hitch, "Encadenados". Henrietta ha bajado a anunciar que hay una rata en su habitación, pero su temblor no es producto del miedo sino de una contundente intoxicación etílica. Su marido la contempla con vergüenza y hastío. Antes se amaban. Antes...
Como buena obra de contenido social, el romance entre esta chica de buena familia y un mozo de cuadra no puede salir bien. A lo largo de la narración se suceden sospechas de infidelidad, intentos de envenenamiento, extrañas visiones, dudas y enormes sacrificios en nombre del amor. El edulcorado final, una cierta teatralidad y unos diálogos alargados hasta la extenuación malogran en parte un film que podría haber sido una obra maestra indiscutible y que se queda en una de las veinte mejores pelis de Hitchcock.
Una pena que Bergman y Cotten no se casaran en la vida real. Él contrajo un par de matrimonios estables y duraderos y ella prefirió vivir una historia de amor digna del cine, abandonando a su marido para irse a vivir a Italia con el director Roberto Rosellini, escandalizando al mundo entero. Más tarde volvería a Hollywood, pero esa es otra historia.

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