Ciertos personajes se repiten a lo largo de la historia de la literatura. Esta constante es frecuente en la literatura con mayúsculas, pero en los libros que lectores eventuales devoran en los trayectos en metro también hay ecos de obras maestras, ya que los escritores de estos entretenimientos suelen ser lectores más aplicados que los suyos propios.
Por ejemplo, Helen Fielding, autora de "El diario de Bridget Jones", que decidió convertir su columna semanal, protagonizada por una treintañera entrada en carnes, soltera, fumadora y ligeramente alcoholizada, en una novela que se transformó en un best-seller internacional. Bridget se convirtió asimismo en una referencia para las treintañeras entradas en carnes, solteras, fumadoras y ligeramente alcoholizadas (no necesariamente todo a la vez), pues a medida que la historia progresa se va diluyendo el realismo, transformándose en un contemporáneo cuento de hadas.
Pero, a pesar de su aparente ligereza, las bases de la narración son muy sólidas: además de calcar con brío la estructura, y hasta el nombre del protagonista masculino, de "Orgullo y prejuicio", la Fielding podría haber hallado la inspiración para su criatura en un personaje de "La vida instrucciones de uso", monumental relato del escritor francés Georges Perec. En uno de los capítulos de esta disección de una casa de pisos parisina aparece Anne Breidel, una jovencita que tiene en común con la inglesa sus recurrentes intentos por adelgazar y su obsesión por los listados de las calorías que consume, flagrantes omisiones incluidas:
Es cierto que Anne apuntó escrupulosamente todo lo que comió y bebió en el desayuno, el almuerzo y la cena, pero no tuvo para nada en cuenta las cuarenta o cincuenta incursiones furtivas que hizo entre cada comida a la nevera y alacena para intentar calmar su insaciable apetito. Su abuela, su hermana y la señora Lafuente, la asistenta que lleva más de veinte años sirviendo en la casa, lo han intentado ya todo para impedírselo llegando incluso hasta vaciar todas las noches la nevera y encerrar con candado en un armario todo lo comestible; pero no servía para nada: Anne Breidel, privada de sus piscolabis, se ponía como una fiera y salía a satisfacer su irreprimible bulimia en un café o en casa de alguna amiga. Lo más grave del caso no es que coma entre las comidas, cosa que muchos dietéticos consideran incluso más bien beneficiosa; es que, siendo irreprochablemente estricta en lo tocante al régimen que sigue en las comidas, y que ha impuesto además a su abuela y a su hermana, se comporta con asombroso laxismo, así que acaba de comer; ella, que no admitiría que hubiera sobre la mesa no sólo pan o mantequilla, sino esos alimentos considerados neutros, como las aceitunas, las quisquillas grises, la mostaza o los salsifís, se levanta, en cambio, a media noche para ir a devorar sin el menor escrúpulo platos llenos de copos de avena (350), rebanadas de pan untadas con mantequilla (900), tabletas de chocolate (600), bollos relíenos (360), bleu d´Auvergne (320), nueces (600), chicharrones (600), gruyere (380) o atún en aceite (300). A decir verdad, está prácticamente picando todo el día y, mientras con la mano derecha hace su suma consoladora, roe con la izquierda una pata de pollo.
Los puristas alegarán: muchas mujeres realizan el recuento de lo que comen y dejan de comer y casi todas se saltan su propia dieta. Pero antes de Perec, ¿quién las había usado este estereotipo en un libro? Vale, seguro que alguien lo hizo, pero ciertos personajes se repiten a lo largo de la historia de la literatura. Esta constante es frecuente...
sábado, 1 de abril de 2006
Anne Breidel: modo de empleo
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2 parlamentarios:
A mi el libro de Perec me gustó porque la historia principal de los puzzles es simplemente bestial. Reconozco que para mucha gente el libro pueda pecar de pesado por el exceso de lo descriptivo en cada historia corta/secundaria, pero a mi que soy un raro me encanto.
Aun no lo he acabado, pero lo que llevo me gusta mucho, sobre todo la historia de la hija perdida de la cantante que... Mejor no destriparlo. Hay que ver la cantidad de libros que ha leido, Sr. Gamo. El día que escriba una novela será tan monumental como la de Perec.
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