lunes, 2 de octubre de 2006

Shandynista o las películas de catástrofes

¿Qué es el shandysmo? Aunque a priori este sustantivo parezca aludir al consumo desaforado de cerveza Shandy, nada más lejos. Acabo de leer 'Historia abreviada de la literatura portatil'. Su autor, Enrique Vila-Matas, es un escritor que, a priori, me parecía interesante (como dice Millás ¿qué cuernos querrá decir a priori?), pero ha dejado de parecérmerlo (este es el momento en el que el fan del susodicho que, debido a una coincidencia ciberespacial, ha acabado en este blog, se abstiene de seguir leyendo).
En esta novelita se habla de la conspiración Shandy, una especie de conjura en la que diversos artistas de principios del siglo XX fundan un movimiento denominado literatura portatil, que parece definirse por la brevedad de sus textos, aunque tampoco queda muy claro. La literatura no es lo importante, aunque los shandys sean en su mayoría literatos. Eso si, todos comparten una serie de rasgos comunes, a cada cual más absurdo: son solteros, aman la negritud, sienten una fascinación morbosa por las mujeres fatales... Estos shandys apenas escriben pero se encuentran, se pelean, celebran fiestas, se suicidan y, finalmente se separan.
Seguramente este subgénero literario ya tenga nombre, pero como lo desconozco, lo denominaré Shandysmo. Me refiero a los relatos en los que se usan personajes reales (principalmente artistas) para contar historias que nunca sucedieron. Aunque parezca un fenómeno reciente, tiene una gran tradicción (por ejemplo, la Divina Comedia) pero últimamente alcanza dimensiones preocupantes. Es cierto, a veces se usa bien y se consiguen novelas maravillosas (Roberto Bolaño usa personajes reales en 'Amuleto' (Auxilio Lacouture, Remedios Varó) o 'Los detectives salvajes' (Octavio Paz, Juan Marsé)). Pero las más de las veces el resultado es un listado interminable de cameos a la manera de las películas de catástrofes de los 70, en las que se congregaba un reparto multiestelar sólo para que los espectadores se admirasen y exclamasen "¡mira quien sale!". Uno de los casos más flagrantes es el de 'Glamourama'(¿la peor novela que he leído? Es probable), del mismo autor de la inefable 'American Psycho'.
A Vila-Matas le ocurre lo que a Easton-Ellis. Por su novela desfilan Tristan Tzara, Georgia O'Keeffe, Salvador Dalí, Man Ray, Scott Fitzgerald, García Lorca... Pero, aparte de la demostración de todo lo que ha leído el autor, el desarrollo no encierra ningún atractivo. Vale, no pretende contar una historia, sino reflexionar sobre la literatura: hay un momento en el que Tristan Tzara, fundador del dadaísmo, redacta una historia portatil de la literatura abreviada y revela que toda literatura abreviada esconde una reflexión. Aquí debe estar tan disimulada que se me ha pasado.
Está claro que el shandysmo perdurará por los siglos de los siglos, pero quizá los lectores, cansados de tanta celebridad indigesta, abandonen este género tal y como abandonaron el cine de catástrofes en los 70. Aunque después vino Titanic. Y ganó el Oscar. Y esa la del volcán. Y la del meteorito. La llevamos clara.

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