martes, 27 de junio de 2006

Carta abierta a Federico Fellini

Estimado Sr. Fellini que está en el Olimpo de los grandes cineastas:

Le escribo para informarle que aquí en la tierra se está cometiendo una terrible injusticia con respecto a usted y a su obra.
Vale que no es su aniversario ni nada, pero es que Billy Wilder, con la vil excusa de que nació hace 100 años le está robando todo el protagonismo. Está por todas partes, incluso dan sus películas con el periódico (a ver cuando han dado las suyas; que yo sepa, nunca).
Coincidirá conmigo en que sus películas no están a la altura de las suyas de usted. Cada vez que veo 'El crepúsculo de los dioses', 'El apartamento' o 'Uno, dos, tres' me maravillo del rematado de sus guiones, del ritmo perfecto e las secuencias, del aprovechamiento de los actores, etc. Pero, en terminos generales, digamos que a sus trabajos les falta esa trascendencia que se desprende del cine suyo de usted.
Y le escribo por esto, porque creo que la obra suya de usted está cayendo lentamente en un injusto olvido mientras que la de Mr. Wilder no para de ganar adeptos. Y esto se debe a una hábil campaña publicitaria organizada por algunos fans exaltados y de criterios discutibles. El culmen de esta estrategia fue aquel libro llamado 'Conversaciones con Billy Wilder' que se publicó hace unos años y que pretendía ser un estudio similar al que Truffaut realizó sobre Hitchcock. Pero Cameron Crowe no está a la altura de su colega francés como periodista, mucho menos como director. La profundidad del análisis que se hace en 'El cine segun Hitchcock' deja las entrevistas a Mr. Wilder en una colección de anécdotas. Pero estoy divagando, perdóneme. Lo que quiero transmitirle es mi sensación de que aquí en la tierra las cosas están cada vez más chungas. Mientras se recuperan las primeras cintas sutas de usted (a todas luces imperfectas), como 'La Strada' o 'Las noches de Cabiria', se ignoran las últimas, obras maestras como 'Roma' o 'Y la nave va'. Lo siento de antemano pero son más complejas y pretenciosas y pueden parecer aburridas pero su importancia última el tiempo se encargará de poner en su sitio. Lo que me temo es que los cinéfilos cada vez se conformen con menos y por eso prefieran películas como las de Mr. Wilder, sencillas, brillantes pero faltas de trascendencia. Por eso, Sr. Fellini, si se cruza en el Olimpo de los grandes cineastas con Mr. Wilder, dele un collejón de mi parte, por plasta.

domingo, 25 de junio de 2006

El orden lógico de las cosas

Siguiendo el orden lógico de las cosas, después del primer tebeo que leí de La Patrulla X vino el segundo. Pero contradiciendo este mismo orden, este tebeo no iba después del primero. No es que me agenciase uno atrasado, sino que fue publicado después a pesar de ser anterior en el tiempo. Se trataba del número 5 de la serie limitada 'Inferno', una nueva excusa del guionista Chris Claremont para revisitar su trabajo más aclamado, la saga de Fénix Oscura. Claremont siempre se comportó con sus personajes como un jugador de ajedrez con sus peones, manejándolos a su antojo y sacrificándolos si hacía falta, exactamente como Mr. Siniestro, el villano de turno que se presenta en esta ocasión para machacar a los mutantes. Cuando Jean Grey murió por primera vez en la saga antes mencionada, Claremont no se resignó a que desapareciese de la serie y se inventó una copia, Madeline Pryor, una mujer de asombroso parecido con la Chica Maravillosa que acaba casándose con Cíclope (antiguo novio de esta) y teniendo un hijo con él (es este el orden lógico de las cosas, en tebeos dirigidos a adolescentes impresionables no puede ser de otro modo). Pero a otro guionista que no era él se le ocurrió hacer que Jean volviese de la muerte y como lo lógico es que dos peones no puedan ocupar el mismo espacio había que deshacerse de Madeline. La pobre siempre fue un personaje accesorio. Por ello, cuando, en una jugada muy inteligente, Mr. Siniestro (más que nunca alter ego del guionista) le revela a Miss Pryor que no es más que un clon de la Grey creado por él para que continuase la historia, Maddy decide vengarse de todos, de la Patrulla, de Jean (que mala jeta, a quien se le ocurre resucitar), del capullo de su ex-marido, de Siniestro y del resto del mundo si se interpone en su camino. Pero como los protagonistas de los comics son Tormenta, Lobezno, Coloso y compañía y no ella, al final acaba palmando, claro. Eso si, no sin presentar batalla y haciendo que nuevos y antiguos alumnos de la escuela de Xavier se caneen entre sí, que es lo que mola. Pero al final, las cosas siguen su orden lógico, Jean Grey vuelve para quedarse, no se habla más de su clon (al menos hasta ahora) y la Patrulla X, liquidado Siniestro, está lista para más batallitas absurdas.
El pobre Claremont en aquella época está cada vez más cansado y confuso, algo lógico después de guionizar la misma serie durante más de 15 años y al final, cuando ya no sabe que más trucos sacarse de la manga, pierde la partida contra sus editores y es despedido y sustituido por otros guionistas más jóvenes y menos capaces. Pero , como en el fondo todos los echábamos de menos, ha acabado regresando, pues la vida no es más que un eterno retorno a sus momentos álgidos. Así, intentando seguir el orden lógico de las cosas los mutantes vuelven a ser manejados como peones por este guionista. Ya solo falta que, aprovechando que Jean Grey vuelve a estar muerta, recupere a la encantadora Madeline antes de que otros más jóvenes pero menos capaces lo hagan por él.

miércoles, 21 de junio de 2006

Hollywood o la tierra de las 1000 mujeres hermosas

Los reseñistas son una especie que no solo se alimenta a base de literatura. Sus apetitos también incluyen el cine. Suelen poblar las páginas de periódicos y revistas. Prefieren ser llamados críticos, a pesar de que a sus artículos les falta profundidad. Excusan esta levedad alegando razones de espacio. Éste es uno de sus mayores fallos: reducir las películas a unos cuantos adjetivos. Pero lo peor de todo es que emplean siempre los mismos, acusando siempre de los mismos defectos. Una de las cosas más feas de las que puede acusar a una película es la de ser "teatro filmado", insulto que sirve para desechar dos títulos tan distintos como 'Dogville' y 'De repente el último verano'.

Liz Taylor

El otro día estuve recuperando este último en la Filmoteca. La había visto hace años, pero grabada de la tele y doblada, que es como coger el texto original de Tennessee Williams y perpetrar un montaje teatral con actores rebotados de 'Al salir de clase' (Ah, que ya lo han hecho, vaya). Así que, casi como si no la hubiera visto. Es cierto, lo admito, es un poco teatrera, la acción se reduce a un grupo de personas hablando sin apenas cambios de escenario. Pero la diferencia la marcan los actores. Con sus palabras son capaces de crear imágenes tan nítidas que no hace falta mostrarlas. Los reseñistas dirán entonces "el cine es un arte que se basa en la fuerza de sus imágenes". Pero esta peli también contiene imágenes de una fuerza notable: Kate Hepburn descendiendo en su ascensor como una diosa que baja del Olimpo; su pulcra secretaria alimentando con cruel complacencia a una planta carnívora; Elizhabet Taylor gritando desesperadamente en una pasarela mientras una horda de locos excitados por sus curvas intenta alcanzarla; Liz Taylor enfundada en un escandaloso bañador blanco...
Liz Taylor, que mujer. Cuando la vi pensé que era la mujer más hermosa que nos había dado Hollywood, ese lugar en el que todas las mujeres son hermosas. Pero esta es una sensación recurrente. Me pasa cada vez que contemplo las viejas cintas protagonizadas por Ava Gardner, Ingrid Bergman, Lauren Bacall, Gene Tierney...
Como dice en un momento de la película Kate sobre Liz, "Sebastian apreciaba mucho a Catherine. Le gustaba rodearse de cosas hermosas". Sebastian usaba la belleza para sus oscuros propósitos, si, pero la mayoría no nos aprovecharíamos de Liz, nos contentaríamos con permanecer unos segundos en la misma habitación que ella.
Los reseñistas, cuando juzgan la calidad de una película, no consideran el aspecto de los actores, pero quizá se equivocan porque la belleza, aunque sea la ajena, es extrañamente reconfortante.

lunes, 19 de junio de 2006

Literatura del sexo opuesto

Desde pequeños nos hacen creer en conceptos de dudosa existencia. Por ejemplo, durante nuestra más tierna infancia tratan de convencernos de la existencia de los Reyes Magos, aunque todas las pruebas que logramos reunir muestran la evidencia contraria. Cuando crecemos la cosa se complica y los conceptos se vuelven más retorcidos. Ya no tenemos que creer en tres tipos que vienen de oriente con camellos cargados de regalos una vez al año, sino en ideas como la igualdad de oportunidades, la democracia, etc. Unos pocos impulsan al resto a pensar que todo esto existe y la mayoría lo acepta(mos) como si se tratase de un acto de fe. Pero rascando un poco en la superficie, la mayoría suele encontrar que debajo no se encuentran los cimientos por los que estos conceptos deberían sostenerse. La cuestión entonces es seguir rascando o hacer como que no se ha visto nada, como cuando ves a tus padres colocar los regalos bajo el árbol de Navidad y al día siguiente, mientras abres los paquetes, te dicen "mira lo que te han traído los Reyeees" y tú les sigues la corriente.
Con la literatura femenina pasa un poco lo mismo. En principio, parece una hábil campaña de marketing para que las mujeres lean novelas perpetradas por escribidoras como Rosamunde Pilcher o Marian Keyes, que también pueden ser leídas por hombres, solo que entre ellos no se promocionan. ¿Por qué? Porque otro de esos conceptos que nos venden es la cacareada condición femenina.
El otro día, entre todas las actividades que podía elegir para perder el tiempo, me puse a ojear un libro llamado 'Trayecto. un recorrido por la reciente narrativa española', del reseñista Ignacio Echevarría. Este avezado lector solía colaborar en el suplemento literario de El País hasta que escribió una crítica demasiado audaz sobre la última novela de Bernardo Atxaga, amigo de la casa, y sus jefes le enseñaron amablemente donde estaba la puerta. Este libro es algo así como una venganza, un modo de decir "mis reseñas eran geniales y vosotros os lo perdéis". Lo que no sabe es que casi nadie se lee las reseñas de los periódicos.
En el extenso prólogo, en el que el autor intenta explicar los fundamentos de su labor consiguiéndolo a medias, justifica la inclusión de solamente dos reseñas de novelas escritas por mujeres con eso de la literatura femenina. Dice que, desde Carmen Martín Gaite hasta Almudena Grandes, en nuestra narrativa hay una querencia especial por esta literatura. Por supuesto, no explica en que consiste tal subgénero.
Pero he leído a ambas escritoras (que no escribidoras) y no sé si serán representantes de la literatura femenina o no, pero entre sí no tienen nada que ver. Echevarría se refiere a esa narrativa que habla de la condición femenina: las escritoras establecen arquetipos de mujer y divagan sobre ellos. Ah, empiezo a verlo claro, las mujeres que escriben sobre mujeres, eso es literatura femenina. ¿Y los hombres que escriben sobre hombres, eso sería literatura masculina? ¿Y los hombres que escriben sobre mujeres? ¿Flaubert no usa un personaje arquetípico (la esposa de un medico de provincias) en 'Madame Bovary'? ¿Si esta novela la hubiese escrito una mujer sería literatura femenina? Ni idea, solo sé que, como a la inversa, hay escritoras que me gustan y otras que no. Shirley Jackson, Silvina Ocampo, Ana María Matute, Isak Dinesen, Marguerite Duras o Virginia Woolf son estupendas. Como escritores machos que son una mierda, Ignacio Echevarría también incide en ellos (pone a parir a Juan Bonilla, Mañás, Atxaga, Gala o Sánchez Dragó, entre otros). Una cosa sí deja clara nuestro amigo, que la mala literatura masculina es tan mala como la mala literatura femenina, pero no se la puede discriminar en función del sexo. Y luego dicen que ya se ha logrado la igualdad. Hombres.

viernes, 16 de junio de 2006

Regalo

Ayer me regalaron esto y creo que no está mal...

El desayuno

Me gustas cuando dices tonterías,
cuando metes la pata, cuando mientes,
cuando te vas de compras con tu madre
y llego tarde al cine por tu culpa.
Me gustas más cuando es mi cumpleaños
y me cubres de besos y de tartas,
o cuando eres feliz y se te nota,
o cuando eres genial con una frase
que lo resume todo, o cuando ríes
(tu risa es una ducha en el infierno),
o cuando me perdonas un olvido.
Pero aún me gustas más, tanto que casi
no puedo resistir lo que me gustas,
cuando, llena de vida, te despiertas
y lo primero que haces es decirme:
«Tengo un hambre feroz esta mañana.
Voy a empezar contigo el desayuno».

"El hacha y la rosa" 1993
Luis Alberto de Cuenca

miércoles, 14 de junio de 2006

La persona más repugnante del mundo

A propósito de la palabra "repugnante", el diccionario de la RAE sentencia: aquella persona u objeto que causa repugnancia. ¿Y qué es la repugnancia? Pues, siempre según la Rae, es asco, tedio o aversión a alguien o a algo. El muy recomendable blog de Sedmikrasky (entusiasmará a los cinéfilos de pro, como yo. Al resto no tanto) habla de 'Flamingos forever', una secuela nunca rodada de la comedia de culto 'Pink Flamingos', de John Waters, uno de los más irreverentes geniecillos del cine norteamericano. En este guión nunca rodado entra en acción un nuevo personaje que desea arrebatar a su desagradable protagonista, el travesti Divine, el oficioso título de la persona más repugnante del mundo. Y como esto de las listas me chifla y cualquier excusa es buena para perpetrar una nueva, llevo un par de días pensando en las personas más repugnantes que se me vienen a la cabeza. Claro que la repugnancia, a pesar de la encorsetada definición, puede considerarse desde diversos ángulos. Más que asco, que parece referirse a una sensación física, prefiero la de aversión o hastío, ya que los personajes que se me ocurren, bajo su apariencia pulcra, esconden un fondo que me resulta repugnante, por ejemplo, un dos tres, responda otra vez:

- Marina Castaño (arribista que va de lista)
- Eduardo Zaplana (sin comentarios)
- Ángel Acebes (no sabía decidirme por uno de los dos así que... )
- Chenoa (soy genial y todo el que lo niegue está equivocado)
- Lydia Lozano (no sé como todavía le dan trabajo a esta tía)
- Carlos Dávila (menos mal que ya no le dan trabajo a este tío, que yo sepa)
- Tom Cruise (aprende a actuar y déjanos en paz)
- Lucía Etxebarria (aprende a... Bueno, escribir sí que sabes, pero... Ya me entiendes)
- Boris Izaguirre (¿es necesario que te comportes de ese modo para llamar la atención? ¿es necesario?)
- Y para terminar, y después del multitudinario funeral de ayer... Rociito, guapa, ya es hora de que te dediques a otra cosa que a chupar del frasco (Carrasco, no, no , lo retiro, que malo)

Por supuesto esta lista está confeccionada según se han dado las circunstancias, mañana sus integrantes podrían ser otros 10 distintos perfectamente. Porque material donde elegir hay. Acepto sugerencias.
No despedirme sin antes recordar una de tantas frases memorables que pueblan los capítulos iniciales (repetidos por enésima vez) de 'Los Simpson' y que viene al pelo para este post. En el capítulo en el que Homer salva a la central nuclear cantando "pinto pinto gorgorito", el director de la central nuclear de Shelbyville le lleva hasta allí para que su ejemplo sea imitado por sus empleados, dirgiéndose a ellos en estos términos: "Cuando veo este mar de caras sonrientes me invade una sensación de asco y repugnancia. Más que empleados, veo en vosotros a un hatajo de cabras rumiantes". Pues eso.

lunes, 12 de junio de 2006

Perdidos

No me suelo enganchar a series de TV, básicamente porque intento evitar a toda costa huir de los capítulos interesantes o descojonantes o que muestren algo de carne para enseñar una tirante atracción sexual entre uno o varios… Lo siento, soy humana. Voy de intelectual pero me muestran un poco de morbo con algún misterio y no puedo…. Si a eso le unimos los calores estivales, una hermana adicta a cualquier tipo de teleserie (sí lo confieso, yo veía Ana y los 7) es muy fácil verme en verano pegada a la TV (eso sí a partir de las 7 de la tarde, que este verano el trabajo no acompaña). Y esto es lo que me ha ocurrido con Perdidos… Yo renegaba de la serie. Mi respuesta a los comentarios favorables: “sí claro, y se tiran la ostia de tiempo en una isla y con una barbita y un aspecto impecables, no te lo crees ni tú”. Pero mi hermana trajo el otro día a casa dos DVDs con la primera temporada de Lost y por supuesto este fin de semana, una de las tardes cambié la peli/telefilm mala de las 3.30 de antena3 por unos cuantos capítulos de la serie. El caso es que entre el sábado y domingo me vi los 10 primeros. Sí, los diez primeros y el resto no cayó porque decidí que mi vida social era un pelín importante… Vamos que casi me obligaron a salir. Pues eso, que Matthew Fox, el antiguo desgraciado Charlie de Cinco en familia (que como me dijo ayer un buen amigo era el padre por error que cualquiera querría tirarse…) es Jack en Lost.
Básicamente está tremendo en su papel de rescatador cutre como médico con tatuajes. En fin, el típico guaperas normalito con barbita de tres días que no te aburre de lunes a viernes porque para los fines de semana y fiestas de guardar está Ian Somerhalder (esta es la teoría que elaboramos mi amigo y yo, después de haber seguido fanáticamente a Somerhalder en la patética pero a la vez inquietante The Rules of Atraction), un guapo cansino, es decir, demasiado guapo para estarle mirando todos los días, mejor sólo de vez en cuando y mantener sexo ocasional.
Y luego está Sawyer, un cabrón con lo que parece ser un corazoncillo traumatizado pero que sigue estando tremendo (a este no sé cómo calificarle). Y hay una chica, sobre la que recae y difunde la tensión sexual. En fin, no me enrollo más. Básicamente estoy enganchada, que lástima, primero los gavilanes y ahora esto…

sábado, 10 de junio de 2006

Madrid es genial

Joaquin Leguina fue un político destacado en la década de los 80 que incluso llegó a ser presidente de la Comunidad de Madrid. Después se ha dedicado a la literatura. Su carrera literaria se ha centrado en novelas de moderado éxito como 'Tu nombre envenena mis sueños' o la reciente 'El rescoldo'. En su obra también se incluye alguna que otra apasionante intervención en el terreno del ensayo, como el que realiza en el prólogo del volumen 'Cuentos y novelas de Madrid', que ha editado la Fnac, tienda gafapasta por excelencia, y que se regala por la compra de dos o más libros. En este breve texto, Leguina hace un somero repaso por algunos de los escritos que, obviando el terreno de la ficción, hablan sobre la capital de España. Todos los autores, españoles o extranjeros, coinciden en que esta nuestra ciudad es una puta mierda. Me explico. Estos refinados observadores subrayan su incomodidad y su fealdad, estableciendo un paralelismo entre estas circunstancias y el carácter de sus habitantes, orgullosos hasta lo inenarrable de su tierra natal, a pesar de ser conscientes de que no es precisamente el paraíso sobre la tierra. Pero Leguina dice que no es para tanto, que Madrid no está tan mal y que tenemos razón en admirarla, porque es fantástica. Soy madrileño y defiendo esta ciudad hasta grados que a veces rayan en el fanatismo, pero me doy cuenta de que no es, ni mucho menos, la mejor del mundo. Y eso que no he viajado mucho. No hace falta ser una lumbrera para darse cuenta de que tiene muchos defectos, algunos de ellos de difícil solución: la contaminación, los atascos, las obras, la suciedad, el ruido, la especulación inmobiliaria, la presencia habitual en sus calles de especímenes peligrosos como yonkis, frikis, fachas, políticos, Noelia De Mingo...
Sr. Leguina, aunque sea usted ya un poco mayor todavía puede aprender una valiosa lección (Dios me libre de querer enseñársela yo, tendrá que aprenderla solito): no todo lo que nos gusta es necesariamente bueno. Puedes escuchar a Britney Spears y a Tchaikovsky, pero debes asumir que la música de la primera es una basura. Madrid es hermosa a tramos y a ratos, si, pero es asimismo bien cierto que es incómoda, sucia, un infierno en verano y un desierto nocturno en invierno; pueden atracarte en cualquier esquina, las obras no dejan vivir y todos deseamos marcharnos al campo o la playa. Pero, aunque nos coma la mierda, los madrileños seguiremos encantados con poca cosa, como el hecho de que nuestro querido Alcalde se querelle contra el inefable Losantos, aunque ambos voten al mismo partido y nos caigan igual de gordos. Y es que Madrid es, y será siempre, genial.

miércoles, 7 de junio de 2006

No vengo más nunca al AVE

Hasta que la siempre certera Rosa Belmonte no se encargó de remarcarlo, el hastío por su continua presencia en los medios me impidió recordar la dimensión mítica de Rocío Jurado. Estamos acostumbrados a que pongan lo mismo en todos los canales con ligeras variaciones: si en la serie de una cadena aparece Belén Rueda, en la de la otra sale Miriam Díaz-Aroca (cortadas por el mismo patrón); si un programa lo presenta Ana Rosa Quintana, otro lo conduce la inefable Inés Ballester, etc. Pero lo de esta semana ha sido de órdago. En todas partes, lo único que hemos podido ver han sido panegíricos, semblanzas, homenajes, imágenes de archivo, desfiles interminables de gentes enlutadas, famosetes enjugándose las lágrimas y periodistas del corazón compungidos porque España ha perdido una artistaza. A ellos les afecta especialmente, porque se quedan sin una de sus principales fuentes de ingresos. Bueno, hasta la Tercera República (que llegará pronto) les queda la Casa Real. Después, ya veremos.
En fin, si has encendido la tele en los últimos días lo más probable es que hayas asistido a alguno de los innumerables especiales dedicados a tan magna figura. Por mi parte, me quedo con la retransmisión del funeral en TVE, conducido por Cristina García Ramos, una presentadora en la que no había reparado por coincidir su estupendástico programa con 'Los Simpson', pero que se merece uno de esos debates tipo 'Salsa rosa' por ser la única capaz de hacer callar a los contertulios sin levantar la voz. Memorable como los cortaba en mitad de una frase porque decía que llegaba un momento solemne (porque le salía del papo, en realidad).
La exagerada cobertura mediática hizo que me olvidase de lo grande que era LMG, tan, tan grande que algunos se han apresurado a pedir su beatificación. Rocío Jurado no solo nos legó una ristra de clásicos de la canción española y a Rociito, sino también una frase mítica, de esas que se te pegan como un estribillo de Georgie Dann (últimamente no paro de repetir "Un bloody-mary, por favooor" y eso que ni siquiera he oído la puñetera canción): "No vengo más nunca al AVE". Sencillamente genial. Que permanezca viva en nuestra memoria por los siglos de los siglos.

lunes, 5 de junio de 2006

El misterio de la Feria del Libro

Seamos sinceros, la Feria del Libro es un coñazo. Celebrada desde tiempo inmemorial en el Parque del Retiro, todos los años, personas que leen un par de libros al año (y a Dios gracias) acuden a perder el escaso tiempo de su jornada dominical en este entorno seco y polvoriento, ideal para pasear durante una soleada tarde de junio. Pero, para no perder la costumbre, volví a acercarme para pasear entre las casetas y no comprar nada (los libros de primera mano son muy caros). Aparte del consumismo desaforado del que no pude tomar parte lo que más mola de este evento es la posibilidad de que tus escritores favoritos te firmen un ejemplar de alguna de sus obras (generalmente la más reciente). Todos los años se establece una competición extraoficial para comprobar qué escritor consigue formar la cola más larga. Los lectores se agolpan sin importar las inclemencias del tiempo para obtener el autógrafo de autores que, sin asomo de duda, pasarán a la posteridad. Muchos de los autores que acuden a firmar son presentadores de moda durante la temporada (cada vez menos, lo de Ana Rosa Quintana dejó su reputación por los suelos) y expertos en las más diversas materias. Entre ellos hay mucho freak. Este año el título de Miss Freak de la feria (muy reñido, incluso si descartamos a los libreros, casi tan freaks como los escritores, que ya es decir) se lo ha llevado ella:

Esta mujer se llama Cristina Galiano y es una experta en el uso de un electrodoméstico llamado Thermomix, un invento cuasifuturista en el que introduces los alimentos y se cocinan solos. Este ídolo del siglo XXI firmaba ejemplares de sus obras 'Mis mejores recetas de Thermomix' o 'Mis mejores recetas con Thermomix 31'. Desconozco si alguna vez esta cocinera fue un ídolo catódico, pero su público parecía haberla abandonado en pos de estrellas más recientes... En la caseta de la Casa del Libro había una cola que te cagas, habían instalado vallas a los lados y guardas de seguridad custiodaban al escritor para que la enfervorizada muchedumbre no se le echase encima. ¿Quién era este literato? ¿Saramago? ¿Vargas-Llosa? ¿La insigne María de la Pau? Noooo... El ganador del premio a la cola más larga (ejem) es... ¡Iker Jiménez! Acompañado de su compañera en el archifamoso programa de radio, el experto en asuntos paranormales firmaba ejemplares de 'Milenio 3: el libro' a diestro y siniestro. ¿Cuál es el sentido de esta historieta? No tiene moraleja, ni explicación lógica ni nada que se le parezca, exactamente igual que los misterios del Iker. Que cada uno saque sus propias conclusiones.

sábado, 3 de junio de 2006

Extraño

Es extraño ser un cinéfilo. Es extraño ver 'Las amargas de Petra Von Kant' por la mañana y 'X Men 3' por la tarde. Es extraño que me gusten ambas. Es extraño intentar explicarse el por qué. Es extraño cuando piensas en que la primera seguirá siendo admirada (o detestada, lo mismo da, recordada al fin y al cabo) por las generaciones venideras y la segunda pasará al olvido el verano que viene. Para la gente normal es extraño disfrutar con una película alemana de los años 70. Pero a mí me resulta mucho más extraño pasarlo con una cinta de acción americana, la verdad. No me siento culpable. Es extraño leer todavía los viejos comics de la Patrulla X y seguir encontrándolos tan fascinantes como la primera vez. Es extraño que hayamos tenido que contar hasta 3 para que lo maravilloso de aquellos viejos tebeos haya pasado a la pantalla grande: esa sesión de entrenamiento en la Sala de Peligro, las muertes gratuitas, los triangulos amorosos, el protagonismo de Kitty Pryde y, sobre todo, Jean Grey seducida por el mal y transmutada en Fénix. La película de Fassbinder es una gema de extraña belleza. La escena final es la más extraña de todas (quien no la haya visto, que no siga leyendo), con la sirvienta muda de Petra Von Kant haciendo la maleta ante la atónita mirada de su jefa mientras suena 'The great pretender', de los Platters. La historia de los mutantes de la escuela de Xavier está plagada de criaturas con extraños poderes. Es extraño, pero ambas me gustan en igual medida aunque de forma distinta. Qué le voy a hacer, soy extraño.