jueves, 20 de julio de 2006

Desliz sensiblero

A veces la ansiedad me sube hasta la garganta y tengo que taparme la boca para no gritar. ¿He escrito yo esto? No, ha sido mi doble malvado, ese al que le juré que no usaría este espacio para contar mis miserias. Sabía cual era mi punto débil. Debe ser el cansancio, o el calor, o la luz del sol al mediodía, que hace que todas las cosas parezcan estar envueltas en una tenue fosforescencia. Los blogueros son propensos a compartir con sus casuales lectores sus más recónditos estados de ánimo. Pero esta me parece una fea costumbre. Aborrezco los lloriqueos y la autocompasión. Pero de vez en cuando me sumo en un extraño estado de angustia o desconcierto. Las palabras que se han inventado para describir los estados de ánimo son fútiles, no sirven para explicar este extraño sentimiento. Françoise Sagan dudó en darle el nombre de tristeza, ¿os acordáis?:

'Dudo en llamar con el nombre bello y serio de tristeza, a este sentimiento desconocido cuya dulzura y cuyo dolor me tienen obsesionada. Es un sentimiento tan completo y egoísta que me llega a dar vergüenza, mientras que la tristeza me ha parecido siempre honrosa. Conocía el arrepentimiento, el fastidio y hasta el remordimiento. La tristeza, no. Ahora siento algo que me envuelve, como una seda enervante y dulce, y que me separa de los demás.'

Pero este párrafo no se ajusta a lo que siento. Para intentar explicarlo y en cierto modo exorcizarlo, transcribo este otro de la novela 'Los siete locos' de Roberto Arlt:

'Otra vez tomaban el mate en silencio, un silencio que sobrevenía para que él pudiera gozar el espectáculo de la mujer de cabello rojo, envuelta en su abrigo de lutre, con las transparentes manos recogiendo la rodilla por sobre el vestido de seda verde.
Y de pronto , no pudiendo contener su curiosidad, exclamó:
- ¿Es cierto que usted ha sido sirvienta?
- Si... ¿qué tiene de particular?
- ¡Qué raro!
- ¿Por qué?
- Sí, es raro. A veces creo que voy a encontrar en otra vida lo que falta en la mía. Y se le ocurre a uno que hay gentes que han descubierto el secreto de la felicidad... y que si nos cuentan su secreto también seremos felices.
- Mi vida, sin embargo, no es ningún secreto.
- ¿Pero usted nunca sintió la extrañeza de vivir?
- Sí, eso sí.
- Cuénteme
- Fue cuando era muchachita. Trabajaba en una linda casa de la Avenida Alvear. Había tres niñas y cuatro sirvientas. Y yo me despertaba a la mañana y no terminaba de convencerme de que era yo la que me movía entre esos muebles que no me pertenecían y esa gente que me hablaba sólo para que yo la sirviera. Y a momentos me parecía que los otros estaban bien clavados en la vida, y en sus casas, mientras que yo tenía la sensación de estar suelta, ligeramente atada con un cordón a la vida. Y las voces de los otros sonaban en mis oídos como cuando una está dormida si sueña o está despierta.
- Debe ser triste.
- Sí, es muy triste ver felices a los otros y ver que los otros no comprenden que una será desdichada para toda la vida. Me acuerdo que a la hora de la siesta entraba a mi piecita y en vez de zurcir mi ropa, pensaba: ¿yo seré sirvienta toda la vida? Y ya no me cansaba el trabajo, sino mis pensamientos. ¿Usted no se ha fijado qué obstinados son los pensamientos tristes?
- Si, no se van nunca (...)'

Bueno, espero que este desliz sensiblero no vuelva repetirse. Debo necesitar vacaciones o algo.

7 parlamentarios:

Anónimo dijo...

Más que vacaciones, a mí lo que me renueva por dentro (como el l. casei inmunitas) es viajar. Sólo porque estarás más pendiente de tu nuevo entorno que de lo que pueda haber originado el estado en el que te encuentras. Mucho ánimo. Ah, y los consejos on-line son más aberrantes que los deslices sensibleros. Que conste.

Anónimo dijo...

Gracias por los animos, Lluvia, tus consejos no me parecen para nada aberrantes, todo lo contrario. La psicología on-line no resuleve los problemas pero sí ayuda. Además, pienso ponerlos en práctica en breve, me voy a la playita y seguro que allí se me pasan todos los males. Bueno, menos el calor, claro.

Anónimo dijo...

Desahogarse de esta manera ayuda. De vez en cuando hay que hacer limpieza en los rellanos del alma, y sacar estas cosas a la luz. No lo llames "desliz sensiblero" sino "mantenimiento emocional". Por cierto, viajar no tiene nada de aberrante. Es muy sano. Pero viajar de verdad, que hay gente aquí en Sevilla que llama viajar a irse unos días a Chipiona en verano (el pueblo costero gaditano donde nació Rocío Jurado) y allí desconectar es imposible. Más que nada, porque es difícil evitar cruzarte con conocidos en una localidad donde va media Sevilla a veranear.

Anónimo dijo...

Jajaja, Morgan, ir a Chipiona en plena temporada veraniega supongo que será poco menos que un infierno. Por supuesto que viajar no es aberrante... y veranear es otra cosa totalmente distinta a viajar. A veces se me olvida poner esto: :)
De acuerdo contigo: sanísimo, tanto desahogarse de vez en cuando como perderse por un tiempo. Pero al igual que al autor del post no le parecen de buen gusto los desahogos en público, a mi me ponen los pelos como escarpias las contestaciones tipo: mañana lo verás todo de otra forma, si lloras porque no ves el sol (casi siempre en posters con caballos alados de fondo y tipas en bolas)... tampoco me gustan los emoticones o como quiera que se llamen. Lo malo es que a veces se malinterpreta. De ahora en adelante, si hay algo que suena un poco rudo, tomadlo a coña.
Era por quitar hierro al asunto: si Luisru quiere colgar un post de "joer, mierda de día" yo me puedo permitir (con el permiso de Luisru y AnitaB, of course) poner: "ánimo, p'alante".

Anónimo dijo...

Los comentarios están para eso, para que cada uno escriba lo que le dé la gana (aunque sean insultos). La verdad es que hoy ya me siento mucho mejor, será por tener lectores tan majos, snif, que me emociono. Lluvia, genial como siempre, lo de los posters con caballos alados de fondo y tipas en bolas, yo tampoco los soporto, ni los emoticons, ya de paso. Pero sobre gustos...

Anónimo dijo...

Fantástico el párrafo de los siete locos. Tengo una sensación parecida a la de la sirvienta. De hecho el otro día intenté explicarle (sin éxito)a mi mejor amigo que (según me dijo el especialista, por culpa del estrés) a veces me noto como fuera de mi cuerpo, como si me viera desde el otro lado... Todos estamos un poco pallá...

Anónimo dijo...

"Más bien sentía nostalgia del dolor. Tenía la impresión de que alguien me llamaba y yo podía contestar porque no tenía voz. Deseaba desesperadamente conciliar el sueño, pero sabía que no lo lograría nunca más. Parece que más tarde, en el City Hospital, rogué que me dejaran dormir. Retrospectivamente, me parece que lo que más me torturaba era saber que había perdido todas las posibilidades, que ya no podía ni avanzar, ni retroceder, ni caerme, que ya no existía ni arriba ni abajo y que sin embargo yo, yo continuaba existiendo sin esperanza de llegar al final, de encontrar la muerte. De la misma manera que en los sueños se sabe que se sueña, yo sabía que aquello no era la muerte, incluso aunque me muriera. Para decirlo gráficamente era una inmensa desilusión: como si queriendo tirarse desde de lo alto de una pared para matarse, uno no llegara a nunca al suelo. La caída era caída y nada más, pero tampoco era exactamente una caída por cuanto era un estado de completo desmayo a pesar de tener perfecta conciencia: lo único que había desaparecido el tiempo, el tiempo como medio en el que podemos actuar; todo permanece tal como ha sido, las cosas no pasa y todo permanece para siempre."