jueves, 20 de julio de 2006

Desconexión unilateral

Cuando llega el verano, todos aquellos que seguimos la actualidad como si de un apasionante culebron se tratase, intentamos desconectarnos de ella unos días: nos olvidamos de leer el periódico, de ver el telediario y de todos esos actos cotidianos que mantenemos a lo largo del año. Desciende el nivel de concentración y nos encontramos demasiado cansados como para fijar nuestra atención en algo concreto. Por eso, dejamos fuera de nuestras mentes todo tema que nos produzca la más mínima impresión de trascendencia. Pero hay veces que es difícil hacerlo.
Desde hace más de una semana ocurren cosas a las que no podemos permanecer indiferentes (al menos yo no puedo). Cierto, los pueblos siempre se han matado entre sí, no es una novedad, casi debiera ser noticioso que ocurriese lo contrario, pero se suponía que en este nuevo siglo que empieza apenas a andar, las cosas iban a cambiar. Esos cacareados organismos internacionales que se crearon a mediados del siglo pasado deberían intentar impedir en la medida de lo posible estos conflictos. ¿Lo hacen? Quizá también desconectan en verano, hace demasiado calor como para sentarse delante del televisor y ver lo que pasa en el mundo. Aún así, la indignación no es un sentimiento que se vaya de vacaciones. Por eso, a veces no puedo apartar la vista de los hechos que me causan horror, y pienso, iluso de mí, que alguien debería hacer algo. Los periódicos siguen ahí y, si uno logra vencer la desidia propia de esta estación, se dará cuenta de que están contándonos algo importante. Aunque al leerlos se tiene la impresión de que están más preocupados en echar la culpa a uno u otro bando que en contarnos lo que ocurre. En El País no se acaban de poner de acuerdo. Mientras el escritor israelí Amos Oz se pone de parte de parte de sus compatriotas, uno de los gerifaltes del diario, Lluis Bassets, parece querer decir lo contrario. Eso sí, de forma muy mesurada. Que los ánimos están muy caldeados y no sólo por las elevadas temperaturas. Aunque da igual los grados que marquen los termómetros, cuanto más tiempo paso en él, el mundo me parece un lugar más abdsurdo: mientras hacen un drama porque el Presidente del Gobierno se pone un palestino, dos docenas de inmigrantes permanecen en un barco en alta mar porque ningún país los quiere en su suelo. Y luego decimos que somos xenófobos. Nuestras autoridades, desde luego, no lo son.El verano es asqueroso, sí, por el sudor, el hedor, las ciudades desiertas, las playas abarrotadas, pero también por otras cosas mucho menos pasajeras.

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