miércoles, 5 de julio de 2006

La era victoriana

!Como no podía ser de otro modo, Luisru y Anita estuvieron allí¡
No sé como, pero el sábado por la noche acabamos en el museo Thyssen-Bornemisza visitando la exposición 'De Cranach a Monet. Obras maestras de la colección Pérez Simón'. Este atípico plan para un sábado noche estuvo en parte por el excesivo calor, que nos dejó atontados y deambulando por las calles sin rumbo fijo (también se nos había olvidado comprar el abono) y en parte por la muchedumbre concentrada en las aceras (había no-sé-que desfile).
!Qué escenario tan épico este Museo¡ Daban ganas de encadenarse a un ´srbol. Cuando llegue la República pasaremos a la baronesa por la guillotina al igual que al resto de sus compinches de sangre azul, pero hasta entonces la tolero, pues cualquiera que vaya contra Gallardón, sea del signo que sea, cuenta con mi simpatía (Acebes aparte).
Contemplando aquellos maravillosos cuadros victorianos se me ocurrió que todos, hasta los fríos ingleses, nos gusta rodearnos de belleza, aunque esté feo reconocerlo. A los ricos se les permite el culto a la belleza sin disimulo a través de sus colecciones de arte. Me imagino a Pérez Simón recibiendo a un amigo en su pinacoteca, allá en el D. F. El amigo, extasiado ante el grandioso espectáculo que suponen todas estas imágenes, exclama: ¡Oh! Usted admira la belleza por encima de todo.
Y el coleccionista se sonríe con satisfacción y una leve vergüenza, porque sabe que la belleza es fútil y es un pecado muy gordo admirarla por encima de todo.
A los pobres nos queda ir a las exposiciones que montan los ricachos a su mayor gloria. Y nuestra propia belleza, claro, pero ese es un tema mucho más espinoso, porque Dios la reparte muy mal y a unos les toca mucha y a otros, prácticamente nada. Así que, quien tenga suficiente belleza para consolarse sin ir a un museo pues estupendo. Y quien no, que se recree la vista en las pinturas, que no envejecen (o lo hacen pero luego las restauran y otra vez como nuevas) y no dan la lata, siempre tan modositas colgadas de la pared sin hacer daño a nadie. Qué maravilla el arte.

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