Hace poco leí "Obabakoak", de Bernardo Atxaga. No me gustó. No quiero decir con esto que sea una mala novela, solo que quizá debí leerla en vasco para apreciarla en su justa medida... Lo que quiero decir es que, como explica el escritor en el prólogo, para la lengua vasca tendrá su importancia el reciclaje de relatos y esas cosas tan profundas, pero en español sólo quedan una serie de historias que suenan a ya leídos muchas veces. Y en la parte ambientada en la Amazonia (o en un sitio parecido) me dieron ganas de tirarlo por la ventana... Lo único digno de mención es la parte en la que dos de los protagonistas hablan sobre sus cuentos favoritos. Como me encantan las listas, me puse a pensar en los míos. Llegué a esta conclusión: mi preferido es "Informe del Cielo y del Infierno", de Silvina Ocampo. Los puestos finalistas quedan en manos de Andersen (La reina de las nieves), Cortazar (Continuidad de los parques) y Shirley Jackson (La lotería). Aquí dejo el de la escritora argentina.
“Informe del Cielo y del Infierno”
A ejemplo de las grandes casas de remate, el Cielo y el Infierno contienen en sus galerías hacinamientos de objetos que no asombrarán a nadie, porque son los que habitualmente hay en las casas del mundo. Pero no es bastante claro hablar sólo de objetos: en esas galerías también hay ciudades, pueblos, jardines, montañas, valles, soles, lunas, vientos, mares, estrellas, reflejos, temperaturas, sabores, perfumes, sonidos, pues toda suerte de sensaciones y de espectáculos nos depara la eternidad.
Si el viento ruge, para ti, como un tigre y la paloma angelical tiene, al mirar, ojos de hiena, si el hombre acicalado que cruza por la calle, está vestido de andrajos lascivos; si la rosa con títulos honoríficos, que te regalan, es un trapo desteñido y menos interesante que un gorrión; si la cara de tu mujer es un leño descascarado y furioso: tus ojos, y no Dios, los creó así.
Cuando mueras, los demonios y los ángeles, que son parejamente ávidos, sabiendo que estás adormecido, un poco en este mundo y un poco en cualquier otro, llegarán disfrazados a tu lecho y, acariciando tu cabeza, te darán a elegir las cosas que preferiste a lo largo de la vida. En una suerte de muestrario, al principio, te enseñarán las cosas elementales. Si te enseñan el sol, la luna o las estrellas, los verás en una esfera de cristal pintada, y creerás que esa esfera de cristal es el mundo; si te muestran el mar o las montañas, los verás en una piedra y creerás que esa piedra es el mar y las montañas; si te muestran un caballo, será una miniatura, pero creerás que ese caballo es un verdadero caballo. Los ángeles y los demonios distraerán tu ánimo con retratos de flores, de frutas abrillantadas y de bombones; haciéndote creer que eres todavía niño, te sentarán en una silla de manos, llamada también silla de la reina o sillita de oro, y de ese modo te llevarán, con las manos entrelazadas, por aquellos corredores al centro de tu vida, donde moran tus preferencias. Ten cuidado. Si eliges más cosas del Infierno que del Cielo, irás tal vez al Cielo; de lo contrario, si eliges más cosas del Cielo que del Infierno, corres el riesgo de ir al Infierno, pues tu amor a las cosas celestiales denotará mera concupiscencia.
Las leyes del Cielo y del Infierno son versátiles. Que vayas a un lugar o a otro depende de un ínfimo detalle. Conozco personas que por una llave rota o una jaula de mimbre fueron al Infierno y otras que por un papel de diario o una taza de leche, al Cielo.
Éste es mi relato favorito. ¿Cual es el tuyo?
jueves, 29 de diciembre de 2005
Silvina que estás en los cielos
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 parlamentarios:
gracias por el relato
Publicar un comentario