Volviendo al tema de la memoria, el otro día me acordé súbitamente de la primera película de catastrofes que había visto. El recuerdo me asaltó mientras tomaba un café junto a mis compañeros de trabajo debido a una serie de cirscuntancias que nos habían desalojado del edifico en el que realizamos nuestras tareas. Las cosas ocurrieron así: nuestro jefe llegó muy alterado (generalmente está bastante alterado) y antes de su horario habitual para decirnos que tocaba inspección de seguridad (¿como lo sabía él si esas inspecciones suelen ser por sorpresa?) y en nuestra planta había más gente de la permitida (¡¿?!), por lo que debíamos bajar a la cafetería de al lado hasta que se fueran los inspectores. Patético, ¿verdad?, sobre todo pensando en los montones de papeles que hay en todos los rincones y en la gente fumando despreocupadamente en los pasillos. Conclusión: abandonamos la oficina y retomamos nuestras funciones en hora y media. Este incidente me recordó automáticamente a "El coloso en llamas". Con esta cinta descubrí que en las películas de catastrofes siempre muere uno de los protagonistas. Y no me refiero a Robert Wagner, que sale muy poquito, ni a Richard Chamberlain, que es el malo malísimo, sino a la pobre Jennifer Jones, que se cae por el hueco del ascensor casi al final. Desde entonces, cada vez que veo una de estas pelis lo paso fatal. Invariablemente sucede: uno de los protagonistas muere. Por más que intento no encariñarme con ellos menos lo consigo, pues la mayoría del cine funciona con un proceso de identificación. Y no puedo dejar de preguntarme: Si el edificio en el que trabajo se incendia ¿Cuantas posibilidades tengo de ser la víctima?
martes, 20 de diciembre de 2005
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