martes, 20 de diciembre de 2005

Pequeñas catástrofes

Volviendo al tema de la memoria, el otro día me acordé súbitamente de la primera película de catastrofes que había visto. El recuerdo me asaltó mientras tomaba un café junto a mis compañeros de trabajo debido a una serie de cirscuntancias que nos habían desalojado del edifico en el que realizamos nuestras tareas. Las cosas ocurrieron así: nuestro jefe llegó muy alterado (generalmente está bastante alterado) y antes de su horario habitual para decirnos que tocaba inspección de seguridad (¿como lo sabía él si esas inspecciones suelen ser por sorpresa?) y en nuestra planta había más gente de la permitida (¡¿?!), por lo que debíamos bajar a la cafetería de al lado hasta que se fueran los inspectores. Patético, ¿verdad?, sobre todo pensando en los montones de papeles que hay en todos los rincones y en la gente fumando despreocupadamente en los pasillos. Conclusión: abandonamos la oficina y retomamos nuestras funciones en hora y media. Este incidente me recordó automáticamente a "El coloso en llamas". Con esta cinta descubrí que en las películas de catastrofes siempre muere uno de los protagonistas. Y no me refiero a Robert Wagner, que sale muy poquito, ni a Richard Chamberlain, que es el malo malísimo, sino a la pobre Jennifer Jones, que se cae por el hueco del ascensor casi al final. Desde entonces, cada vez que veo una de estas pelis lo paso fatal. Invariablemente sucede: uno de los protagonistas muere. Por más que intento no encariñarme con ellos menos lo consigo, pues la mayoría del cine funciona con un proceso de identificación. Y no puedo dejar de preguntarme: Si el edificio en el que trabajo se incendia ¿Cuantas posibilidades tengo de ser la víctima?

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