miércoles, 4 de octubre de 2006

2046


Antes del verano, hablé de 'In the mood for love'. Después vinieron las vacaciones, los días en la playa, las tardes de asueto y la desidia a la hora de la siesta. Después vino la depresión posvacacional y los últimos estertores de la estación, que hay que aprovechar para salir de paseo, así que postergué el visionado de la pseudosecuela de esta maravillosa cinta hasta hace unos días. En '2046' Wong Kar Wai pretende realizar una parábola sobre el amor y la creación literaria a través de la mezcla de dos géneros tan diferentes entre sí como el melodrama romántico y la ciencia ficción. Pero creo que la desmedida ambición del realizador malogra la película. Cualquiera puede percibir que la suntuosa puesta en escena logra que imágenes de una gran belleza que perviven en nuestra retina cuando se acaba el metraje. Pero el problema es que, a pesar de intentar llenar estas imágenes con una sólida reflexión sobre el amor, los recuerdos y el paso del tiempo, no logra colmarlas, de tal modo que, sobre todo en las escenas de ciencia ficción, nos parezca estar viendo un vacuo anuncio de perfume. Lo que se llama comunmente pecar por exceso. En un reciente artículo de Jorge Edwards, 'El arte del silencio', se habla sobre este tema aplicado a la literatura, aunque me permito su traslación al cine:

Desconfío de los escritores torrenciales, palabreros, aun cuando su flujo verbal asuma las apariencias de la vanguardia, así como desconfío de los políticos demasiado locuaces. Ejemplos de escritores excesivos y que a la vez tienen un sentido débil de la construcción, de la composición del texto, hay muchos. En la literatura francesa se produjo a comienzos del siglo XX el gran contagio, el sarampión de Marcel Proust. Fui en mi juventud, como casi toda mi generación, un proustiano apasionado, fanatizado. Todavía releo páginas sueltas de la Recherche con frecuencia. Hace poco, a propósito de una película de mi amigo Raúl Ruiz, releí entero El tiempo recobrado. Pero no sé qué ocurriría después de una relectura atenta de toda la obra monumental. Lo que siempre tengo presente es que Proust, antes de entrar en su texto, concibió una arquitectura capaz de sostenerlo en toda su riqueza. De otro modo habría naufragado en palabras.

La riqueza visual de '2046' hace aguas precisamente porque no tiene una arquitectura sólida que la sotenga. Aunque, eso si, comparada con la plana mayor del cine americano actual, es una obra maestra. Y si la comparamos con el cine español, ya ni te cuento.

13 parlamentarios:

Anónimo dijo...

Sin duda 2046 es una película menos redonda que In the mood for love, y también más compleja, hay que hacer realmente un esfuerzo ímprobo para comprenderla precisamente por esa confusión entre realidad y ficción que lo tiñe todo de ambigüedad. Toma frase. Todo lo contrario que Mullholland Drive, que juega a lo mismo y es una castaña catral.

Ahora, la parte cienciaficcionera es fea como ella sola, parece ciencia ficción pensada por un francés en los años ochenta. Malo malo malo, feo feo feo, hortera, hortera.

Pero la película tiene momentos magistrales, eso sí, hay fragmentos perfectos y Gong Li está para mojar pan y Ziyi Zhang más todavía. Pero es verdad que la película se tambalea porque no hay una mano sólida que sujete la historia, a ratos parece que el director ha perdido el hilo de lo que estaba contando.

Anónimo dijo...

Coincido en el buen ver de las féminas de 2046, pero también hay que recordar que las mujeres saben actuar, no son solo cachos de carne, je, je. Lo de "un francés en los años ochenta" no lo entiendo, ¿Me pones un ejemplo?
Y en lo que estoy completamente en desacuerdo es en lo de 'Mulholland drive'. Aunque no tenga ningun sentido, me parece incomodamente inquietante y contiene escenas magistrales: el aterrizaje de Naomi Watts en Los Angeles, la actuación de Rebekah del Río... Y mira que no soy muy fan de Lynch.

Anónimo dijo...

Con lo del francés de los años ochenta me refiero especialmente a la historia del robot en el tren, con mucho plateado, mucho flu, pelucas lisas, aire a lo Durán Durán, neones por todas partes, etcétera. En fin, muy ochentero -en esto estaremos de acuerdo sin duda- pero como si lo hubiera hecho un francés: petulante, pretencioso, vacuo y muy hortera, pero con la pose de "yo sé qué es lo que mola". Igual es lo que quería, claro: ¿cómo se imagina un chino el futuro en los años cincuenta? Pero es que es feísimo, con lo bonita -hablo de pura estética- que es el resto de la película.

Odio Mullholland Drive, no puedo encontrarle nada bueno. Me parece una película confusa que se complace en su confusión, una tomadura de pelo. Bueno, Laura Harring quizá. No, ni siquiera.

Anónimo dijo...

Ja, ja, definición de francés por Monsieur Palomares: petulante, pretencioso, vacuo y muy hortera, pero con la pose de "yo sé qué es lo que mola". No sé si estoy completamente de acuerdo, a mí hay cineastas franceses que me gustan mucho, Truffaut, el primer Godard, Chabrol e incluso el inefable Ozon (esas 8 mujeres no pueden ser más horteras, pero...). Aunque quizá el problema es que estos cineastas y yo somos un poco petulantes, pretenciosos y vacuos.
Y es cierto, no me había dado de lo ochentera que es la estética del fututo (incluso esa ciudad a lo Blade Runner, pero más limpia). A lo mejor así me gusta más (también soy fan de los ochenta, lo reconozco).
P.S. ¿Lo de los franceses se refiere a los franceses en general o solo a los directores?

Anónimo dijo...

El último francés bueno fue Robespierre.

Ja, ja, no, es broma, Robespierre no era bueno.

Fíjate que todos los directores que has citado son neorrealistas, serán pretenciosos pero creo que no vacuos -vamos a gastar hoy la palabra-.

No es tanto que los directores franceses me parezcan horteras como que cierta forma hortera de rodar es inevitablemente francesa, no sé por qué, hay ciertos anuncios -aquí hablo ya de lo mío- de los que se dice que son franceses: osea, blandos, ñoños, cursis. Como un anuncio de perfume, tal y como dices en el post. La publicidad gráfica francesa, por ejemplo, parece toda de moda, aunque estén anunciando un coche: esos modelos con posturas en escorzo, las caras de acelga, la frialdad y el distanciamiento. Dicho lo cual, los franceses llevan varios años triunfando en pulicidad con anuncios nada franceses -por ejemplo, para PlayStation.

Anónimo dijo...

La verdad es que no sé discriminar la publicidad por países. La única agencia que conozco es la de la Sra. Rushmore porque tanto Anita (supuesta coautora de este blog) como mi hermanita (que estudia pub, que diría un francés)son grandes fans de sus anuncios para Bocatta.
¡Cuanto se aprende con usted!Por cierto, de la literatura francesa ¿opina más o menos lo mismo o le gusta algún escritor posterior a Robespierre?

Anónimo dijo...

Pues resulta curioso cómo la personalidad de cada país, o sus referentes culturales, acaban impregnando algo tan trivial como la publicidad, de manera que el estilo de los anuncios es muy reconocible. Por ejemplo, los anuncios nórdicos tienen un humor salvaje, más negro que el inglés y más descarnado. Más allá de lo peligroso que es generalizar, claro.

Los de Bocatta están muy bien, sí, conozco al responsable.

Sobre la literatura francesa no tengo ningún prejuicio negativo; tampoco positivo, eso sí, así que mi lista sería bastante errática: Verne, Simenon, Camus, Stendhal. De lo moderno no he leído nada, aunque le tengo ganas -a ratos, me parece un poco, vaya, sí, pretencioso, muy de epatar- Houllebecq. Leí el primer libro de Beigdeber y me pareció el libro una mierda y él un patán, pero igual es que soy parte implicada.

Anónimo dijo...

¡Hala! Menudo foro os habéis creado aquí entre los dos. No me puedo explayar ahora.
Señor Palomares, no sabría si ubicar a Houellebecq como abanderado de la nueva literatura francesa... a mí me gusta mucho, pero no se puede recomendar así como así. A algunos les resulta odioso. El más light de sus libros puede echar a peder todas las horas de terapia que lleva acumuladas Woody Allen. No apto para almas sensibles (y menos aún para las sensibleras). Prueben y cuenten.

Anónimo dijo...

La verdad es que, con lo que me gusta la literatura francesa en general (la del siglo XIX y muchas cosas del XX: Camus, Duras, Celine, Perec) la actual la desconozco por completo. Houellebecq me llama la atención, a ver si me pongo a ello, además, tus recomendaciones siempre son certeras, Lluvia. ¿Qué novela piensas es la mejor de este autor?
En cuanto a lo de Beigdeber es un pastiche como muy sangriento sobre un publicista ¿no? Tiene una pinta espantosa. Lo que me llama la atención es una tal Céline Curiol, protegida de Paul Auster, que acaba de publicar su primer libro. ¿Alguien la conoce? Y ya de paso, ¿han leído a Amélie Nothomb? Las versiones que me llegan son contradictorias.

Anónimo dijo...

El libro de Beigdeber es de juzgado de guardia. Viene a ser la confesión de un publicitario, tan sincera que el autor fue despedido de su agencia después de publicarla. Lástima que todo sea mentira. Es una tontería muy mal escrita.

Anónimo dijo...

De Céline Curiol, no sé nada. De Amélie Nothomb, tengo muy buenas referencias. De Houellebecq, empezaría con "Ampliación del campo de batalla".

Anónimo dijo...

Olvidaba, Luisru, que habías leído a Céline (Louis Ferdinand, no Curiol). No te supondrá mucho trauma Houell.... "Muerte a crédito" me dejó exhausta.

Anónimo dijo...

Tomo nota. Lo de Celine es cierto. Después de 200 páginas, tanta sordidez acaba cansando.