lunes, 20 de febrero de 2006

Londres VS Berlín

La jornada de ayer supuso una nueva batalla entre las dos facciones de la guerra de las cinematografías. Por un lado, se entregaron los Bafta, los premios de la academia de cine británica y por otro, se conoció el palmarés del Festival de Berlín. Estos dos eventos representan dos formas de entender el cine. El primero es el de las grandes producciones hollywodienses. Inglaterra parece haberse convertido en una sucursal de su primo yanki y este año ha pasado hasta de premiar a sus elegantes actores, recayendo los premios de interpretación en americanos. A saber: Reese Witherspoon, el insufrible Philip Seymour Hoffman, Jake Glyllenhaal y Thandie Newton. En vez de intentar resaltar la producción patria han preferido convertirse en una (otra) antesala de los Oscar, quizá porque así logran más cobertura mediática o quizá porque han olvidado la diferencia entre su cine y el que proviene de allende el atlántico. El colonialismo cambiando de dirección de forma retorcida.
La segunda forma de entender este arte, o medio de comunicación social, o negocio sin más, es el de los festivales, como el de Berlín, uno de los más importantes del mundo. Hasta hace unos años, la mayoría de las películas a concurso eran producciones americanas, ya que se aprovechaba la cercanía de su celebración con la de la fecha señalada para la entrega los Oscar, logrando así mayor cobertura mediática. Hasta que cambió el director de la cosa y el nuevo, Dieter Kosslick, decidió transformarla en un festival como Dios manda: películas procedentes de los rincones más recónditos del planeta, dramas sociales, cineastas aclamados por la crítica y el gapastismo... En esta edición las ganadoras han sido sendas cintas con nacionalidad bosnia e iraní.
Los gerifaltes de ambos tipos de cine son muy quejicas. El festivalero alega que lo ven cuatro gatos, a pesar de su pretendido interés artístico. Los creadores de superproducciones dicen no recuperar su inversión debido al auge de la piratería y el top manta. Si el público no acude a las salas de proyección, las películas están perdidas. Esta situación ha provocado el reiterado anuncio del fin del cine tal y como lo conocemos. Ya no servirán los festivales y los premios para promocionarlo, aunque lo más probable es que no muera, solo se transforme. Todo indica a que será algo que disfrutaremos en pantallas de televisión y no en la habitual penumbra con palomitas. Y es que para ver a cualquier filme (artie o no) ya hay que apoquinar más de 6 euros. Si quieres invitar a alguien, mejor esperas al DVD... Pero mientras llega este apocalíptico momento, seguirá habiendo festivales y premios y nosotros podemos matar el tiempo... en el cine.

2 parlamentarios:

Patch dijo...

Yo creo que nunca he visto nada de cine iraní.

Por cierto, te recomiendo la de Melquíades Estrada, que la vi el otro día y tiene pinta de que te va a molar, no sé explicarte por qué, pero es una sensación

:D

Luisru dijo...

Segruor que me gsusta, Patch, ya que es del mismo guionista que "21 gramos".
Aunque parezca más gafapasta de lo que soy, yo tampoco he visto cine iraní.