Es inútil. Evitarlo, digo. Ayer hizo cuatro años. Y nos seguimos acordando. Yo y todos. Ya me acordé el año pasado. Y me seguiré acordando. Yo y muchos más. Aunque cuanto más tiempo pasa más creo sentirme como Carol Danvers, la Mujer Maravilla de Marvel, que perdió la memoria. Más tarde, recuperó sus recuerdos pero no las emociones que iban ligados a ellos, por lo que esa nueva memoria era un puñado de imágenes que no le sugerían nada. Esta bonita metáfora viene a decir lo que la canción 'Por si alguna vez te vas' de La Casa Azul:
De felicidad o de tristeza, añadiría yo.
Cuando las sensaciones nos abandonan lo único que quedan son las obsesiones, ideas que se repiten sin cesar en nuestra cabeza, por eso alcanzan la categoría de obsesión. Desde hace cuatro años, una de esas ideas recurrentes ha devenido en obsesión. Cuando durante los días y semanas siguientes a aquel terrible suceso aparecieron en la prensa varias semblanzas de los fallecidos, pensé en mi necrológica. ¿Qué escribirían sobre mí los periodistas si muriese repentinamente en terribles circunstancias? Pues resulta que no soy el único que le ha dado vueltas a esta idea durante varios años. Por Público me entero de que algunos incluso la han retomado y la han convertido en un negocio.
No puedo evitarlo. Siempre en estos días pienso en el texto que me definiría "Luisru trabajaba en tal. Sus compañeros de trabajo le describen como un plasta pesadísimo que no paraba de hablar de cine francés y de los X Men. Le gustaba el queso, levantarse temprano y cambiar su fondo de escritorio todas las semanas".
Es inútil. Cada vez tengo la impresión más certera de que mi asumida mediocridad impedirá que tenga una muerte violenta y/o imprevista. Ya no pienso en mi necrológica más que de tanto en tanto. He comenzado, como Carol Danvers, a olvidar.
Y es que recuerdos siempre habrá
Pero no valen para nada más
Que para establecer ratios de felicidad
Y poderlos comparar.
Pero no valen para nada más
Que para establecer ratios de felicidad
Y poderlos comparar.
De felicidad o de tristeza, añadiría yo.
Cuando las sensaciones nos abandonan lo único que quedan son las obsesiones, ideas que se repiten sin cesar en nuestra cabeza, por eso alcanzan la categoría de obsesión. Desde hace cuatro años, una de esas ideas recurrentes ha devenido en obsesión. Cuando durante los días y semanas siguientes a aquel terrible suceso aparecieron en la prensa varias semblanzas de los fallecidos, pensé en mi necrológica. ¿Qué escribirían sobre mí los periodistas si muriese repentinamente en terribles circunstancias? Pues resulta que no soy el único que le ha dado vueltas a esta idea durante varios años. Por Público me entero de que algunos incluso la han retomado y la han convertido en un negocio.
No puedo evitarlo. Siempre en estos días pienso en el texto que me definiría "Luisru trabajaba en tal. Sus compañeros de trabajo le describen como un plasta pesadísimo que no paraba de hablar de cine francés y de los X Men. Le gustaba el queso, levantarse temprano y cambiar su fondo de escritorio todas las semanas".
Es inútil. Cada vez tengo la impresión más certera de que mi asumida mediocridad impedirá que tenga una muerte violenta y/o imprevista. Ya no pienso en mi necrológica más que de tanto en tanto. He comenzado, como Carol Danvers, a olvidar.
5 parlamentarios:
Debería importar un pimiento lo que digan de nosotros después de muertos.
Sobre todo si eres el muerto.
Mientras no sepamos lo que pasará llegado el momento, tendremos que ocuparnos de lo que somos y no preocuparnos por lo que vayan a especular los demás sobre qué fuimos. Eso vendrá solo.
Lo mismo otro día te digo lo contrario.
Hombre, no quisiera ponerme melancólico, pero llega un momento en que no sólo recuerdas, sino que empiezas a olvidar cómo se era moderno, cómo se era jóven, cómo se era adolescente...El punto sin retorno empieza cuando empiezas a ver en la juventud, en esa divina blancura de quien no tiene recuerdos, un valor en sí mismo.
Entonces la has cagao.
Uno tiene la sensación de estar raté (sé que tú me entiendes) de que algo te manque.
En cuanto a lo que dicen de uno después de muerto, una vez superado el dolor de perder a alguien a quien quieres, queda lo mejor, la gracia que te hacían las cosas que decía etcétera
Abrazos
Yo sé lo que diría tu necrológica:
Luisru. El bloggero. El de la palabra justa. El buceador de la memoria. El recordatorio de fotogramas. El visionario de la alfombra roja. El hacedor de listas interminables. La trascendencia de los datos absurdos. El cantante malo de la ducha.
Jo, Anita, me ha llegado al alma.
Lluvia, no es que me importe lo que digan de mí después de muerto, es más que nada qué datos destacarrían para definirme en una plausible necrológica, como hace Anita (en realidad canto superbien).
Paco, he llegado a ese punto sin retorno, como revela este post. Soy un viejuno, snif.
Es que normalmente las necrológicas están sembradas de frases hechas.
Hombre, una como la de Anita es otra cosa. Así da gusto. Y aunque cantes bien en la ducha, el punto negativo hace que tengan más fuerza todas las alabanzas previas.
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