Los reseñistas son una especie que no solo se alimenta a base de literatura. Sus apetitos también incluyen el cine. Suelen poblar las páginas de periódicos y revistas. Prefieren ser llamados críticos, a pesar de que a sus artículos les falta profundidad. Excusan esta levedad alegando razones de espacio. Éste es uno de sus mayores fallos: reducir las películas a unos cuantos adjetivos. Pero lo peor de todo es que emplean siempre los mismos, acusando siempre de los mismos defectos. Una de las cosas más feas de las que puede acusar a una película es la de ser "teatro filmado", insulto que sirve para desechar dos títulos tan distintos como 'Dogville' y 'De repente el último verano'.
El otro día estuve recuperando este último en la Filmoteca. La había visto hace años, pero grabada de la tele y doblada, que es como coger el texto original de Tennessee Williams y perpetrar un montaje teatral con actores rebotados de 'Al salir de clase' (Ah, que ya lo han hecho, vaya). Así que, casi como si no la hubiera visto. Es cierto, lo admito, es un poco teatrera, la acción se reduce a un grupo de personas hablando sin apenas cambios de escenario. Pero la diferencia la marcan los actores. Con sus palabras son capaces de crear imágenes tan nítidas que no hace falta mostrarlas. Los reseñistas dirán entonces "el cine es un arte que se basa en la fuerza de sus imágenes". Pero esta peli también contiene imágenes de una fuerza notable: Kate Hepburn descendiendo en su ascensor como una diosa que baja del Olimpo; su pulcra secretaria alimentando con cruel complacencia a una planta carnívora; Elizhabet Taylor gritando desesperadamente en una pasarela mientras una horda de locos excitados por sus curvas intenta alcanzarla; Liz Taylor enfundada en un escandaloso bañador blanco...
Liz Taylor, que mujer. Cuando la vi pensé que era la mujer más hermosa que nos había dado Hollywood, ese lugar en el que todas las mujeres son hermosas. Pero esta es una sensación recurrente. Me pasa cada vez que contemplo las viejas cintas protagonizadas por Ava Gardner, Ingrid Bergman, Lauren Bacall, Gene Tierney...
Como dice en un momento de la película Kate sobre Liz, "Sebastian apreciaba mucho a Catherine. Le gustaba rodearse de cosas hermosas". Sebastian usaba la belleza para sus oscuros propósitos, si, pero la mayoría no nos aprovecharíamos de Liz, nos contentaríamos con permanecer unos segundos en la misma habitación que ella.
Los reseñistas, cuando juzgan la calidad de una película, no consideran el aspecto de los actores, pero quizá se equivocan porque la belleza, aunque sea la ajena, es extrañamente reconfortante.
1 parlamentarios:
En las películas de James Bond ( las protagonizadas por Roger Moore) todas las mujeres son bellísimas..
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