martes, 2 de mayo de 2006

Celia y el Sr. Gallardón

Ocurre por culpa del ansia puta por llegar siempre pronto a todos lados. Por eso, cuando llegué a la XXX Feria del Libro Antiguo y de Ocasión de Madrid, aun no habían acabado de inaugurarla. No pude por más que lo intente, evitar extasiarme ante el pregonero, el pintor Eduardo Arroyo, que en aquellos momentos leía su discursito ante una escasa concurrencia. Tampoco es que el tema fuese apasionante, la verdad, versaba sobre un ensayo que había escrito sobre Panamá Al Brown, un boxeador amante de Jean Cocteau y que, según él, estaría encandilando a algún avezado lector en una librería de viejo de París. Seguro.
A su fin tocaban unas palabritas de nuestro megalómano alcalde, el Sr. Gallardón, que, como no, aprovechó para señalar el hecho de su inmensa bondad, que demuestra constantemente en forma de continuas actividades con las que mantiene entretenidos a sus gobernados y remarcando especialmente todo lo que hace para promocionar la cultura (?) y sacarla la calle, como si la cultura fuese un perro que debe pasearse para que haga sus necesidades.
Mientras tanto, los periodistas, que habían acudido en manada, considerando noticioso que alguien comprase un libro, sobre todo tratándose de volúmenes releídos, sobados, ajados, fotografiaban tan magna escena para incluirla en la posteridad. Entre los chicos de la prensa estaba Celia, una antigua compañera de clase por las siento especial antipatía, es más, aversión. Solo su forma de moverse me causa espasmos. Es tan genial que no parece respirar el mismo aire que los que la rodean, tan prepotente que da gusto odiarla sin sentir asomo de culpa. Además, por más que lo deseo, o precisamente por ello, me acabo encontrando con ella en los lugares y situaciones más inverosímiles. Esta ciudad no es lo bastante grande para ambos.
Pues bien, allí estaba Celia en plan reportera dicharachera, con su bonito carné de prensa, con el que debe pensar que avasalla al personal. Si la gente supiese cuantas horas trabajas y cuanto cobras por ellas, no sé siquiera si se dignarían a mirarte, tonta del culo. Pero nadie lo sabe y tú te paseabas como la reina de la fiesta preguntando a los asistentes qué coño estaban buscando en aquellas casetas desvencijadas, sobre todo cuando era mucho más interesante hablar contigo. A lo mejor no redactabas un artículo, sino un estudio para evaluar los gustos literarios del público. Quizá se lo pases al Sr. Gallardón, para que pueda abrir cada vez ferias más superchachis.
El alcalde, después de cortar la tópica cinta, se paseaba por entre las casetas en medio de sonrisas complacientes y efusivos saludos y aprovechaba para indicarle a todo el mundo lo magnífico de la iniciativa. Me pregunto si cuando se acueste por las noches se seguirá creyendo tan inefablemente fantástico o si llegará el día en el que, de tan perfecto que es, se harte de sí mismo. Pero, para cuando decida abandonar la política seguro que Celia ya ha adquirido la importancia que merece en el devenir del mundo. Sería una alcaldesa perfecta: está convencida de su propia genialidad.

2 parlamentarios:

Anónimo dijo...

Es verdad, son las Celias del mundo las que acaban gobernándolo. Pero con los años he aprendido a admirarlas de lejos, me explico: ese narcisismo es enternecedor, y no va con sorna. 'Election', con una Reese Whiterspoon grandiosa, refleja a la perfecta Celia. Es capaz de llegar a la cima, pese a quien pese, pise a quien pise, los medios son lo de menos. Yo no sabría o no podría. Pero duermo medianamente bien. Lo que jode es que las Celias lo hacen a pierna suelta, porque todo su entorno se justifica en su propia lógica aplastante, que posiblemente no sea la del resto de los mortales ¿Es Celia Reese o me he desviado bastante?

Anónimo dijo...

Como siempre, has acertado de pleno, Celia sería la versión universitaria de Reese, como se ve al final de la peli, todo el mundo la desprecia pero ella, a lo suyo. Por cierto, me encanta Alexander Payne en general y 'Election' en particular. Me alegro de no ser el único.