Ahora todo encaja como un gran puzzle universal. La dichosa Feria del Libro Antiguo y de Ocasión no es más que una excusa para despertar la solidaridad dormida de los ciudadanos. Me explico. Después de haber comprado una considerable cantidad de libros, todos los madrileños deberíamos haber acudido a la Plaza Mayor esta mañana para enviarlos a Guatemala, en otra megainiciativa de nuestro fantabuloso alcalde. Así vuelve a manifestarse una simetria perfecta y aviesa: los libreros venden su mercancía, que nadie leerá ni en este continente ni en otro, aunque sea a precio de ganga. Después los compradores regalan los volúmenes sin apenas abrirlos. Vamos, lo que se espera. Así, el próximo año, volverán a las casetas a rebuscar entre la morralla de ocasión clásicos de la literatura para enviar al tercer mundo, aunque ya los adquiriesen en la edición pasada. La cultura no entra en las casas porque se pasa el puñetero día en la calle y los que mandan, tan contentos: mientras nadie lea, ellos seguirán donde están. Qué geniales somos todos.
martes, 2 de mayo de 2006
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