domingo, 13 de mayo de 2007

Los ricos también lloran

A pesar de la proximidad de las montañas, Suiza estaba lejos, y Nicole estaba lejos. Paseando por el jardín más tarde, cuando ya era completamente de noche, pensó en ello de manera desapasionada y comprendió que la quería por lo que de mejor había en ella. Recordó una ocasión en que la hierba estaba húmeda y ella había ido a su encuentro a paso ligero con las finas zapatillas empapadas por el rocío. Había puesto los pies encima de sus zapatos y se había apretado contra él, ofreciéndole la cara como un libro abierto en una página.
-Piensa en cuánto me quieres -había susurrado- No te voy a pedir que me quieras siempre como ahora, pero sí te pido que lo recuerdes. Pase lo que pase, siempre gquedará en mí algo de lo que soy esta noche.
Pero Dick se había alejado de ella para poder salvarse y se puso a pensar en ello. Se había perdido a sí mismo, aunque no hubiera podido decir la hora, el día o la semana, el mes o el año en que aquello había ocurrido. En otros tiempos había sido capaz de vencer las dificultades y resolvía la más enrevesada de las ecuaciones como si se tratara del problema más simple del menos complicado de sus pacientes. Pero entre el momento en que había encontrado a Nicole como una flor bajo una piedra del lago de Zurich y el de su encuentro con Rosemary, aquella capacidad había desaparecido.


Cuando era un adolescente leí 'El gran Gatsby'. Me impresionó la honda tristeza que se escondía en su amable superficie, la desesperación que F. Scott Fitzgerald había ocultado en las hermosas palabras que utilizaba. Apenas recuerdo ya el argumento, pero sigo recordando las sensaciones que me produjo. No volví a leer nada de este escritor hasta que hace poco cayó en mis manos 'Suave es la noche', quizá su novela más aclamada.
Creo que si la hubiese leído de adolescente, se hubiese convertido en una de mis favoritas. Leyéndola ahora, desgraciadamente no ha sido así. Fitzgerald se me antoja un escritor demasiado blando, demasiado encariñado con sus criaturas como para hacérselo pasar realmente mal, que es lo que parece pretender con el argumento. Hay escenas que me resultan prescindibles por demasiado enfáticas, sobre todo cuando se va acercando el final (por ejemplo, la de la sirvienta alcohólica). Me saca de quicio ese continuo remarcar que los americanos son geniales, listos, ricos y guapos frente a los europeos, unos pobretones decadentes que viven del dinero que les llega del otro lado del charco. Y hay algo en su afectada prosa que me pone nervioso. No sé si es el exceso de adjetivos o el modo de hablar de los protagonistas, siempre soltando una sentencia tras otra.
Pero, a pesar de sus defectos (que pueden no serlo para otros lectores más perspicaces), es una novela que no ha envejecido mal. Y no se puede negar su enorme influencia en, al menos, la siguiente generación de escritores norteamericanos (véase Truman Capote).
Sobre todo me gusta esa estructura tan imprevisible que le otorga a la narración: los súbitos cambios de voz, la aceleración de algunos puntos de la historia, la vuelta atrás en los acontecimientos, etc. También me gusta mucho el personaje de Rosemary, uno de esos primigenios personajes femeninos que no necesitaban de ningún hombre para subsistir.

Nicole Diver

No sé si los escritores saben lo que pretenden cuando se ponen a escribir una novela, cuales son las ideas que quieren transmitir (si es que quieren transmitir alguna). Y de este pensamiento, me surge otro: ¿los libros transmitirán las mismas ideas a todo el mundo?
Fitzgerald comparte más de un rasgo con el protagonista de 'Suave es la noche', Dick Diver. Ambos eran alcohólicos, ambos estaban casados con una mujer que padecía esquizofrenia, ambos pretendían tener un destino grandioso que se cumplió solo a medias. Fitzgerald conocía a los ricachones de los que habla en esta historia, él mismo se codeaba con la alta sociedad norteamericana y europea de la época. A pesar de sus problemas financieros, se daba la gran vida, viajaba por todo el mundo y no se privaba de nada. Le gustaba estar en el candelero.
Y el pensamiento al que doy vueltas es: ¿el escritor quería criticar a las clases altas o, por el contrario, le parecían dignos de envidia, una especie de semidioses en los que sería magnífico poder incluirse? Él lo intentó de veras.
¿De qué habla exactamente esta novela? ¿De que los ricos sufren igual que los pobres? ¿De que son igual de mediocres? ¿O de que hay personas que da igual que sean ricas o pobres, ya que seguirán siendo demasiado estúpidos para ser felices?
Yo no soy rico. Reconozco que me gustan las novelas en las que se pone a los ricos a caer de un burro. Por eso, interpreto esta novela como un ataque despiadado a esta condición (a pesar de que Dick Diver, de origen humilde, acaba regresando con el rabo entre las piernas a su puesto en la sociedad tras un largo viaje por las altas esferas). Pero me pregunto qué opinará un rico. Seguro que lo contrario. Pensará que es un ajuste de cuentas con los arribistas. Por favor, si hay algún millonario que lea este blog, le ruego que me comunique su opinión. Y si ya de paso manda un donativo, por mí, estupendo.

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