martes, 16 de mayo de 2006

Momentos estelares de la humanidad

Todos nos hemos preguntado alguna vez cuales son los momentos estelares de la historia de la humanidad. Tarde o temprano nos planteamos el dilema de a que momento crucial viajaríamos si pudiésemos elegir solamente uno. Después de mucho meditar y antes de decantarme por grandes fechas como la toma de la Bastilla, el 14-F o el año en que Massiel ganó Eurovisión, me quedo con el 29 de mayo de 1913, día en el que se estrenó en París el ballet 'La Consagración de la Primavera', del compositor ruso Igor Stravinsky, acto en el que se montó un pifostio de no te menees. He encontrado un bonito testimonio de uno de los asistentes en uno de los libros de texto de mi hermanita:

"parte del auditorio se sintió ofendida por lo que le parecía un intento blasfematorio encaminado a destruir la música como una de las bellas artes y, movida por su furor, al poco rato de levantarse el telón, empezó a lanzar maullidos y a vociferar para que se suspendiera el espectáculo. La orquesta, entre tanto barullo, no se podía escuchar más que de vez en cuando, en alguno de los raros sosiegos que se producían. Un hombre joven que estaba en un palco detrás de mí estuvo de pie todo el rato que duró el ballet, a fin de poderlo ver mejor; para dar una idea de la exaltación de que estaba poseído, baste decir que en determinado momento marcó el ritmo con sus puños sobre mi cabeza. El escándalo iba en aumento. Una señora se levantó de la silla de su palco para pegar un bofetón a un caballero que silbaba. Saint-Saëns denunciaba al compositor por farsante, y lo mismo André Capu, el conocido crítico. Ravel, en el lado opuesto, proclamaba a gritos que el ballet era obra de un genio. El embajador de Austria se reía de una manera ostensible, y Florent Schmitt lo insultaba llamándole estúpido. La princesa de Portualés se puso de pie exclamando: "tengo sesenta años, pero es la primera vez que alguien se ha atrevido a burlarse de mí". En medio del barullo, Claude Debussy suplicaba vehementemente al auditorio que guardase silencio para que se pudiese oír aquella música maravillosa".

Supongo que asistir a este evento procedente de la actualidad es jugar con ventaja, pues ya he escuchado esta magna obra. Pero, aunque la música no me sorprenda, me gustaría contemplar como todos esos culturetas de rancio abolengo se dan de ostias. Mundial.

5 parlamentarios:

Anónimo dijo...

Si la mitad de lo que relataba ese hombre fuera cierto, sería realmente una cachonda elección para viajar en el tiempo. Pensaré seriamente en la posibilidad y eligiré uno. Es que así, a bote pronto... que son muchos años de humanidad. Supongo que el viaje tendría billete de vuelta, ¿no?
Revisaré mi libro de cabecera "Ocaso y caída de prácticamente todo el mundo", de Will Cuppy. Seguro que encuentro alguna idea.

Anónimo dijo...

"Ocaso y caída de prácticamente todo el mundo", solo el título es ya genial. ¿De que va?

Anónimo dijo...

Pues el Will Cuppy este era un cabrón con pintas, un periodista, un pobre diablo que se ganaba la vida como podía. La cosa es que gastó no recuerdo cuántos veranos enzulado en una casita con montones de tomos y tochos históricos para desprestigiar a los más grandes personajes históricos por antonomasia. Todo su libro es verídico. No ha habido nadie capaz de desmentir algo de lo que haya escrito sobre elementos como Pericles, Atila el Huno, Cleoplatra, Nerón, Lady Gidova, Catalina la Grande... bueno, que los deja por tierra, desvela sus miserias, y todo con un humor perverso. El hombre murió sin ver publicada su obra, a la que había dedicado al menos veinte años de su vida. Un infeliz como John Kennedy Toole, más o menos. Recomendado. De ese libro se pueden sacar momentos parecidos a los que comentas allí arriba. No seré yo quien diga que mejores. Cuando lo leas me cuentas.

Anónimo dijo...

Lo de Cuppy me ha recordado a "Hollywood Babilonia" de Kenneth Anger, donde se le pegaba un repaso en esa línea a la historia de Hollywood y sus personajes tras las cámaras.

Anónimo dijo...

'Hollywood Babilonia', cualquiera de los dos, aparte de muy interesantes, vienen a ser una compilación de las revistas amarillas de los años dorados del cine. Era bastante más fácil obtener datos de actores, productores, managers, críticos, etc, que estuvieron en el punto de mira treinta o cuarenta años antes (creo que el primero se editó a finales de los cincuenta). Los adictos al Hola!, al Semana y al Qué me dices, entre otras, lo agradecemos.
Lo de Cuppy era un trabajo de investigación intensísimo, y derrocha una ironía brillante sobre aspectos muy conocidos de los personajes y otros totalmente futiles y desconocidos, pero curiosos. Sus interminables aclaraciones a pie de página son impagables. Y paro ya, que parece que me llevo comisión.