Una excusa para no actualizar: he estado de viaje por Italia. Aunque en realidad eso es solo media excusa. La mayor parte de la ausencia se debe a un viaje, digamos, interior, pero que no viene al caso por ser mucho menos trascendente y anecdótico.
Seamos sinceros: en los viajes que uno realiza, por mucho que se empeñe en evitarlo, no se pasa de ser un mero turista que acude a los monumentos a los que acuden los turistas y hace cosas que hacen los turistas. Luego, exhibe las fotos de los lugares visitados ante amigos y familiares y farda con los conocidos diciendo "fui de vacaciones a Petra" o "me tomé una Coca Cola en Cantón".
Pero, como me sucedió en París, en el país de los Apeninos no visité exactamente lo que uno no debe perderse según todas las guías, ni vi exactamente lo que esperaba ver.
Aunque, positivamente, pude percibir una cierta idiosincrasia de los italianos que, como señala la siempre acertada Cayetana Altovoltaje, están todos un poco malos de la testa. Este fin debería ser el objetivo del turismo, descubrir las peculiaridades que le diferencian de aquellos que habitan siempre el país que él pisa momentáneamente. Por ejemplo, el tren es allí un medio de transporte rápido y barato, la pasta está buena en cualquier parte pero el fiambre es asqueroso, NADA cumple los horarios establecidos Y EL IKEA de Roma es igual que cualquiera de los de Madrid.
Mi recorrido por la zona central de la bota me llevó a:
La encantadora Perugia, eventual hogar de mi adorada hermana y sede del Eurochocolate:
La bellísima Asís, con su basílica milagrosamente reconstruida:
La inconmensurable Florencia:
Y, finalmente, Roma:
Perugia es la capital de la provincia de Umbría, verde y montañosa (ideal para viajar en tren), trístemente célebre en la actualidad porque ya se sabe que los Erasmus solo estudian en el extranjero para beber y follar y, ains, en el pecado llevan la penitencia. Aun así, a pesar de las broncas a botellazos en las escaleras de la catedral, no me pareció un sitio tan peligroso. Salí ileso de una fiesta universitaria y me puse de baci hasta los ojos.
Cuado descendí a contemplar la tumba de San Francisco, en Asís, me sobrecogió un súbito síndrome de Stendhal que me hizo postrarme y creer. Gracias a Dios, esta repentina conversión duró unos minutos. En Asís se advierte esa típica dualidad italiana en la que se entremezclan la belleza y el exceso más chabacano y hortera como la virgen dorada sobre el precioso templo neoclásico de Santa María degli Angeli.
¿Qué decir de Florencia que no se haya dicho ya? Que me pasé media hora dando vueltas en torno al David (mientras unas mujeres, españolas para más inri, se interrogaban acerca del instrumento que sostenía la escultura en su mano derecha) y que hay que ascender a la cúpula de Brunelleschi al menos una vez en la vida (lo de cargar con un trípode los casi 500 escalones, como hicieron una pareja de enamorados japoneses, ya es opcional).
Y Roma. Estuve alrededor de 5 horas en la sublime capital del Imperio, así que nada de Vaticano, nada de Moisés y nada de Tiber. Me sentí de nuevo como en esa vieja película de Godard en la que los protagonistas corretean por el Museo del Louvre. Pero, a pesar de todo, tuve tiempo de tirarme fotos junto a los monumentos más famosos de la ciudad. A saber: El Coliseo, la Fontana de Trevi o la Piazza di Spagna.
La lámina que sostengo fue adquirida en una Feltrinelli de Firenze, visitó Perugia y voló de Roma a Madrid bajo mi asiento, así que se merece la inmortalidad que le supondrá este post.
He estado de viaje por Italia y, al final, aunque me he propuesto no hacer lo que hacen todos los turistas cuando regresan, o sea, enseñar las fotos y comentar los incidentes, eso es precisamente lo que acabo de hacer. A ver si aprendo la próxima vez. ¿O eso es lo único que hace que viajar merezca la pena? Seguiremos investigando.
PD: más fotografías próximamente aquí.
2 parlamentarios:
Ya te echaba de menos. Italia siempre es fantástica y los sitios que cuentas aaaa.
Si es que tu hermana se ha ido a una de las zonas más bonitas.
En fin, keep in touch(yo me he largado a Alemania y descubro que lo de los blogs te ha abducido tanto que tienes un foto)
Pasalo bien, sé feliz.
Yo ya creía que el síndrome te había dejado secuelas. Menos mal que te tenemos vivito y coleando. Veramente, la virgen dorada parece una de esas figuras que cuelgas en el árbol de Navidad rellenas de chocolate.
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