A medida que transcurría la reunión, Julio iba viendo dentro de su cabeza la vivienda de la anciana, en la que, debido a los últimos acontecimientos, apenas había podido pensar. Tenía una gran facilidad para construir espacios físicos capaces de representar espacios mentales y eso era lo que más apreciaban de él los directores de cine. Y lo que le pedían. Si cuando trabajaba para la vida real se limitaba a acondicionar espacios preexistentes, cuando lo hacía para el cine le permitían crear esos espacios, como un arquitecto, y él era un excelente arquitecto de lo falso. Arrullado por las voces de quienes participaban en la reunión, imaginó una casa algo antigua en la que el salón estuviera separado del hall de entrada por un arco de escayola en el que en otro tiempo hubo una cortina. La cortina había desaparecido, pero no la barra de latón sobre la que se había deslizado. De ese salón, al que dotaría de una imperfección arquitectónica que sólo pudiera ser percibida por la conciencia del espectador, pero no por su ojo, arrancarían dos pasillos casi paralelos, uno que condujera a la cocina, en la que habría a su vez dos puertas que comunicarían con un aseo y una despensa (la despensa sería un poco más grande que el aseo), además de una habitación de servicio, y otro con forma de vesícula que desembocaría en el baño principal y la habitación de la anciana. Había comprobado en un trabajo reciente, para otra película, que dos pasillos cortos resultaban más inquietantes que uno largo. La cajera tendría que decidir cúal investiga primero, como cuando el personaje de un cuento de hadas, en medio del bosque, ha de elegir entre dos senderos diferentes. Además, mientrás permaneciera en uno de los pasillos buscando algo de valor, el otro constituiría una amenaza paralela.
Terminada la lectura de 'Laura y Julio', la última novela de Juan José Millás, no voy a juzgar si está a la altura del resto de las obras del autor. Simplemente recalcaría que Juanjo comienza a repetirse. O la reiteración se ha vuelto demasiado acusada. Ya hemos leído la historia que aquí se narra; ya hemos conocido a similares personajes (o puede que incluso a los mismos con otros nombres); ya hemos experimentado situaciones similares, alcanzado parecidas reflexiones, obtenido ideas semejantes; en definitiva, nada nuevo. O sí.
Millás es un escritor que ha ido puliendo su estilo hasta lograr una prosa característica fácilmente identificable. Y eso es a la vez algo bueno y algo malo. Algo bueno, porque hay poquísimos escritores que puedan presumir de algo así. Y algo malo, porque algunos de ellos (como señalaba Roberto Bolaño en uno de los artículos incluídos en 'Entre paréntesis')se empecinan tanto en disponer de un estilo que escriben en base a este, olvidando que un buen relato debe contener una buena historia. O muchas pequeñas buenas historias.
Millás ha creado un estilo que es también una particular percepción de la realidad. Cuando leemos sus columnas, sus cuentos, sus novelas, vemos el mundo a través de sus ojos. Al principio es sorprendente, mágico pero a la vez perfectamente plausible, porque sus palabras dislocan la cotidianeidad pero se nutren de ella, algo así como un costumbrismo mágico posmoderno. Algunas de sus columnas (por estar en contacto más estrecho con la actualidad) siguen transmitiendo esa desasosegante sensación de ensoñación febril. Con las novelas se esfuerza en depurar más y más su escritura. Tanto ha depurado en 'Laura y Julio', y es lo que más me ha chocado de su lectura, que se ha desecho de Madrid.
Madrid es una de las claves de la obra de Millás. Una parte importante de las historias de este narrador es la relación de los personajes con la ciudad y de como la ciudad condiciona el devenir de los personajes. En sus novelas siempre aparecen escenarios perfectamente reconocibles de la capital de España, como el paseo del Pintor Rosales ('Papel mojado'), el parque de Berlín ('El desorden de tu nombre') o la calle María Moliner ('Dos mujeres en Praga').
Pero en 'Laura y Julio', la ciudad en la que transcurre la historia no es identificada en ningún momento. El resto de sus constantes continúan intactas: el surrealismo, la dualidad de objetos y personas, el nihilismo. Pero ha prescindido de situar la acción en un lugar o una época. ¿Ha querido Millás darle un caracter universal a su nueva obra? Creo que es un error. El Madrid que ha retratado Juanjo en sus innumerables escritos es la perfecta traslación del que ha existido de verdad, del que existe ahora mismo. Algún día quizá Madrid se conozca a través de los escritos de Millás, aunque ahora nos parezca que su visión es solo tangencialmente cercana al lugar que habitamos. Millás es un formidable arquitecto de una ciudad falsa que, paradójicamente, es idéntica a la verdadera. Lo explica mucho mejor que yo Juan Benet en un cuento titulado 'El Madrid de Eloy':
(...) la figura elegida por la posteridad como representativa de su momento fue, las más de las veces, tan oscura que no representó nada. Sirve -en cambio- para la reconstrucción histórica del momento y en la medida en que para esa función no es posible echar mano de los protagonistas de entonces porque apenas dicen nada al oído moderno. En otras palabras el "París de Baudelaire" no fue de baudelaire, ni de kafka fue la "Praga de Kafka", ni de Wittgenstein la "Viena de Wittgenstein"; por supuesto que eran de otros que no han sobrevivido a su tiempo y que de ser de nuevo instalados en la escena y obligados a repetir su papel convertirían la historia en un cuento insulso, aburrido y nada ilustrativo, anclado en el espacio intemporal de la mediocridad.
No voy a juzgar 'Laura y Julio' (creo que lo he hecho ya). Solo desearía que Millás volviese a Madrid.
domingo, 8 de julio de 2007
El Madrid de Millás
categorías
literatura,
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2 parlamentarios:
Nunca he leído nada de Millás, aunque le tengo ganas.
Sin embargo una de las cosas que nos hacen distinguir a un autor bueno de uno malo es precisamente que sea capaz de construir un universo urbano o similares.
Mendoza en BCN, Millas y otros en Madrid, con su lenguaje nos invitan a conocer las ciudades, sean o no la nuestra. Si lo logran, al menos en parte, serán buenos escritores.
Leeré las que dices antes de Laura y Julio.
Me gusta como dices quel el autor se repite, a muchos les pasa cuando toman un esquema aparentemente apto y legible(sino que se lo digan a Pérez Reverte)
Yo, al contrario de Valmón, me he leído todo Millás excepto los dos o tres últimos, vaya a usted a saber por qué.Siempre creí que era mucho peor novelista que cuentista, y eso que hay novelas suyas que están muy bien: Papel mojado, Tonto, muerto..., Volver a casa, etcétera.
Es verdad que últimamente se repite bastante, no sé si está pagando que está en todos sitios y que ha empezado a oírse demasiado a sí mismo.
Una putada que haya abandonado Madrid como dices, sus escritos huelen a Metro.
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