martes, 2 de octubre de 2007

Raymond Queneau es un gafapasta

-A la espera de que cese la agitación, ¿a qué dedicaréis vuestro tiempo, Joaquín, ahora que estáis en España? El país es austero, y, al margen de las corridas de toros, no veo para vos demasiadas distracciones, Joaquín.
-Pintaré.
-Ésta es, en efecto, una agradable distracción. Nunca había pensado en ello. ¿Cómo se os ha ocurrido esta idea?
-En sueños.
-¿En sueños decís?
-En sueños digo. Y en el sueño, Felisa, la más joven de mis hijas, la que es idiota, regresaba de Roma y me contaba que había visto la capilla Sixtina, y yo me decía: también yo soy pintor.
-¿Y qué pintáis, Joaquín? ¿Bodegones, flores, o tal vez batallas?
-Cavernas.
-¿Con las tentaciones de san Antonio?
-¡No!Pinto en las paredes de las grutas.
-Pero, Joaquín, ¿Quién verá vuestras obras?
-Los prehistoriadores.
-Ésa es una palabra que ignoraba.¿Qué significa?
-Os lo contaré más tarde. Decidme, ¿no conoceréis por casualidad algún lugar de este tipo donde poder ejercitarme?
-Precisamente tengo algunos en mis tierras- respondió el conde Altaviva y Altamira.



Después de un excesivo periodo de de tiempo proponiéndomelo, leí a Raymond Queneau, un escritor francés que pretendió confeccionar una teoría matemática de la narrativa. Estos franceses son así de raros. Queneau y su amigo Françoise le Lyonnais se sacaron de la manga el Oulipo o "Taller de literatura potencial", en el que intentaban aplicar algunas normas aritméticas a la creación literaria.
Pues bien, a pesar de que no sabía a qué atenerme conocidos estos datos, me acerqué a 'Flores azules'. Mi ejemplar de esta fantabulosa novela reposaba sobre mi mesa cuando un compañero de trabajo se acercó y se interesó por el libro. Sobrevoló la breve biografía que hay en la solapa (poeta, autor de canciones, pintor, actor, traductor-manejaba dieciocho idiomas-, matemático...). Al contemplar la foto del autor exclamó sin el menor resentimiento "¡Raymond Queneau es un gafapasta!". Yo pensé súbitamente que razón, aunque aún no sé qué quiso decir con esa afirmación, si es que quiso decir algo.

Raymond Queneau

Después, me preguntó si la lectura me resultaba interesante. Yo contesté que la historia y la estructura eran originales pero que, en lo referente al estilo, creía que se habían perdido muchos juegos de palabras y chistes en el proceso de traducción. A lo que él contestó "¿Y por qué no la tradujo él mismo si conocía tantos idiomas? Seguramente así, se habría perdido menos". Callé, pues no se me ocurrió ninguna respuesta.
Los franceses son así de raros y esta resultó ser una de esas situaciones en las que se aplica 'l'esprit d'escalier', el ingenio de la escalera, una expresión que inventaron los habitantes del país vecino en referencia a esas ocasiones en las que uno se da cuenta en la escalera de lo que debería haber dicho en la sala, o sea, que se nos ocurre una respuesta ingeniosa cuando ya es demasiado tarde. Pues bien, mi ingenio de la escalera frente a por qué Raymond Queneau no tradujo 'Flores azules' es que estaba demasiado ocupado siendo poeta, autor de canciones, pintor, actor o matemático y no le parecía demasiado importante que el lector hispanohablante leyese su obra. O simplemente no le dio la gana. O esto no era un esprit d'escalier y no hay respuesta posible.

5 parlamentarios:

Palomares dijo...

Del Queneau yo leí tiempo ha un libro llamado Ejercicios de estilo, o algo así, en el que narraba un minúsculo acontecimiento de cuarenta maneras diferentes, dependiendo del tono que quería darle: pedante, vulgar, terrorífico, poético, etcétera.

Me encanta esta gente que está enamorada de las palabras.

Anónimo dijo...

hombre, pues publicamente reto a ese compañero de trabajo que tan distraídamente ha querido ser mordaz a costa del gran queneau. tendrá su merecido.

e informo: sobre el libro que comenta palomares no hace mucho se ha hecho una versión cómic. queda dicho, aunque es seguro que luisru ya lo conocía.

necesitamos ejercicios de estilo, ¡a la mierda con cualquier parroquiano de la literatura!

Luisru dijo...

Éste es el momento en el que quedo fatal y reconozco que no sabía de la existencia de la versión en comic. Si es que a mí me sacas de los superhéroes y me quedo en nada.
Lo del amor por palabras es un tema interesante. Nunca es un flechazo, sino transpiración, transpiración y transpiración. Ojala nos pase algún día.
Pd: apoyo cualquier ejercicio de estilo, siempre que el estilo sea tan genial como el de Queneau.

Cayetana Altovoltaje dijo...

¡Uaaa qué grande eres, Luisru, has hablado de Oulipo! Mi admiradísimo Calvino también anduvo metido en esa vaina. Me enteré de lo que era porque en una clase de francés nos pusieron de lectura un par de los ejercicios de estilo de Queneau. Yo no creo que fuera gafapasta sino más bien miope galopante y un cachondo mental, porque anda que no se lo pasaban bien estos pavos haciendo tonterías con las letras. Algo que siempre gozará de mi aprobación.

Luisru dijo...

De Calvino únicamente he leído 'las ciudades invisibles', que me encantó. Tengo que ponerme con el resto un día de estos.