lunes, 31 de marzo de 2008

Me casé con UN skrull

Todos tenemos agazapado en nuestro interior un hombrecillo verde. El hombrecillo verde puede permanecer durante toda nuestra vida dormido o en silencio. Aunque a veces nos habla, y sus palabras nos subyugan, y así nos impulsa a hacer cosas que de otro modo no nos atreveríamos a hacer.
Los superhéroes están haciendo cada vez cosas más extrañas: se mueren a puñados (nunca por mucho tiempo), no llevan los calzoncillos sobre la ropa o tienen hijos antes de casarse. Marvel ha decidido echarle la culpa de estas actitudes a los skrulls. Los skrulls son una raza alienígena de hombrecillos verdes que pueden alterar su aspecto a voluntad. Parece ser que desde hace décadas planeaban una invasión del planeta tierra y la avanzadilla había sustituido a integrantes de los supergrupos más importantes.


Marvel no se ha dado cuenta de que llevamos echándole la culpa a los skrulls desde hace tiempo.
Volví a ver ‘La sombra de una duda'. La sobrina de Joseph Cotten no acaba de creer que, a pesar de que intente matarla, su tío sea el asesino de la viuda alegre, que se debe a una locura transitoria, a un golpe en la cabeza. Hitchcock intenta tranquilizarnos. Alguien tan hermoso no puede ser malo porque ha elegido ser así.


Todos tenemos dobleces, hábitos vergonzantes que intentamos ocultar. Y cuando se descubren, nunca somos culpables. El concejal de urbanismo de Palma de Mallorca, Javier Rodrigo de Santos, usaba fondos públicos para pagarse sus desahogos con chaperos. Un comportamiento vergonzante teniendo en cuenta que este ultracatólico se oponía públicamente al matrimonio homosexual. Cuando le pillaron dijo que su comportamiento se debía al abuso de las drogas. Seguro que su mujer e hijos piensan que no era él, que seguramente un skrull lo había suplantado. El hombrecillo verde siempre tiene la culpa.

jueves, 27 de marzo de 2008

Personajes de la posmodernidad pop: las chicas

Mismo tema, 4 décadas de diferencia:

Jacques Dutronc - J'aime les filles




Además, esta mañana me han regalado esto:




¡Como me gusta grabar cassettes! Y ahora ya no se me quedarán las cintas enganchadas en el loro.

martes, 25 de marzo de 2008

Maximiliano I de México y el destino

En el principio fue Carlota, un nombre que siempre me ha gustado aunque todo el mundo me dijese que es de niña pija. Carlota se convirtió para bien o para mal en el trasunto de mi mujer ideal e idealizada, como la Beatriz de Dante o la Sylvia de Guerín. Carlota estaba claro que no era ultraterrena, que no podía ser humana, por eso intenté llamar Carlota a mi gata pero no me dejaron. Después vino 'Amuleto', la novela de Bolaño en la que la protagonista, Auxilio Lacouture, una uruguaya que vive en México D.F. y pasea por los jardines de Carlota y Maximiliano. Aunque yo no sé mucho de México enseguida comprendí que ese Maximiliano era el Emperador Maximiliano I de México, lo fusilaban en un cuadro de Manet, un monarca absoluto en un país que parecía no tolerar esta clase de gobernantes y de hecho no lo toleró mucho tiempo. Pero, ¿de donde salió este Maximiliano y su esposa de encantador nombre?
Esto no me lo pregunté cuando leí la novelita de Bolaño, pues olvidé al fugaz Emperador de México, sino tiempo después, cuando viajé a Viena y visité el Schonbrünn, el palacio de verano de Maria Teresa y después de Sissi y Francisco José, que era hermano de, nada más y nada menos, ¿lo adivinan ustedes?, Maximiliano de México, por lo que era cuñado de la emperatriz Carlota.



Flaubert decía que un escritor no elige sus temas: los padece, Rodrigo Fresán dice que no hay que escribir sobre lo que a uno le gusta sino sobre temas que se aparecen algo así como fortuítamente. Por eso, me pareció que había algo que me predestinaba a pensar sobre, a escribir sobre Maximiliano I, el personaje más fascinante de aquella corte vienesa que hemos visto recreada en dramas románticos en tecnicolor protagonizados por Romy Schneider.
El otro día estábamos Anita y yo en el Museo del Prado, visitando la exposición 'El Siglo XIX', Anita me propuso un juego: con su guía en la mano me pidió que eligiera un cuadro de cada sala y ella me leería la descripción. De una de las salas elegí el retrato de una mujer, noble por su porte pero vestida sin lujos, una mujer que resultó ser Concepción Miramón de Fortuño, inmortalizada por Vicente Palmaroli, hija del General Miguel Miramón, que fue fusilado en 1867 en México junto a... Maxiliano I.
Seguiré intentando organizar encuentros casuales con esta figura histórica, a la que sobrevivieron su esposa Carlota y su hija, la suma de todas las cosas, Carlota Maximiliana, a la que conoceré de forma más detallada, seguro, tarde o temprano, es el destino.

miércoles, 19 de marzo de 2008

Mutantes

Desde el principio supe que los mutantes acabaron hace mucho. La duda recurrente que me asalta es cual fue su historia definitiva, su historia última. Desde el principio pensé que la saga definitiva era una narración épica, en la que la Patrulla X decidía el destino del universo, en el que sacrificaban sus vidas para salvar a la raza humana de un final peor que la muerte.
En esta espiral que es nuestro devenir escuchamos cosas que quizá ya sabíamos y habíamos apartado del primer plano pero que repentinamente regresan, como se acaban contando siempre las mismas historias.
En la conferencia de presentación de ‘Cine, estética y pensamiento’, Doménec Font habló de los mutantes. No exactamente de los mutantes en los que yo estaba pensando, sino unos más añejos, los que aparecen en ‘La invasión de los ladrones de cuerpos’. Este clásico de la serie B está protagonizada por unos seres que suplantan a sus víctimas adoptando su forma. Font habló de estos mutantes porque intentaba explicar El Cine. Suena pretencioso, pero si yo me intento explicar los mutantes supongo que gente más preparada que yo podrá explicarse el séptimo arte.
Así, llegamos a un tercer tipo de mutantes: aquellos que disfrutamos con el cine que requiere de explicación, áspero, difícil, inextricable. Font introdujo ‘Inland empire’, una cinta mutante, incomprensible, deliberadamente feísta pero que consigue subyugar a pesar de su desorden y su inquietante interpretación de la imaginería de ‘Alicia en el país de las maravillas’.



Lynch ha dicho de su última obra que es una espiral. La historia de los mutantes es una espiral. Los distintos surcos se parecen unos a otros y se suceden, su circunferencia es más o menos amplia pero siempre tiene la misma forma. Ya lo sabía. Su historia definitiva es la de una suplantación, la del robo de un cuerpo. Un ente (Fénix) suplanta a una mutante. La historia original se contó hace mucho y se repite periódicamente. Nosotros los mutantes sufrimos una posesión que nos transforma de engullidores de palomitas a seres que gozan con lo críptico, con lo fantasmagórico.
Los mutantes no son héroes, son criaturas subterráneas que imitan la forma humana y que quizá no decidan el destino de la humanidad, aunque es posible que consigan marcar la diferencia.

miércoles, 12 de marzo de 2008

Necrológicas

Es inútil. Evitarlo, digo. Ayer hizo cuatro años. Y nos seguimos acordando. Yo y todos. Ya me acordé el año pasado. Y me seguiré acordando. Yo y muchos más. Aunque cuanto más tiempo pasa más creo sentirme como Carol Danvers, la Mujer Maravilla de Marvel, que perdió la memoria. Más tarde, recuperó sus recuerdos pero no las emociones que iban ligados a ellos, por lo que esa nueva memoria era un puñado de imágenes que no le sugerían nada. Esta bonita metáfora viene a decir lo que la canción 'Por si alguna vez te vas' de La Casa Azul:

Y es que recuerdos siempre habrá
Pero no valen para nada más
Que para establecer ratios de felicidad
Y poderlos comparar.

De felicidad o de tristeza, añadiría yo.
Cuando las sensaciones nos abandonan lo único que quedan son las obsesiones, ideas que se repiten sin cesar en nuestra cabeza, por eso alcanzan la categoría de obsesión. Desde hace cuatro años, una de esas ideas recurrentes ha devenido en obsesión. Cuando durante los días y semanas siguientes a aquel terrible suceso aparecieron en la prensa varias semblanzas de los fallecidos, pensé en mi necrológica. ¿Qué escribirían sobre mí los periodistas si muriese repentinamente en terribles circunstancias? Pues resulta que no soy el único que le ha dado vueltas a esta idea durante varios años. Por Público me entero de que algunos incluso la han retomado y la han convertido en un negocio.
No puedo evitarlo. Siempre en estos días pienso en el texto que me definiría "Luisru trabajaba en tal. Sus compañeros de trabajo le describen como un plasta pesadísimo que no paraba de hablar de cine francés y de los X Men. Le gustaba el queso, levantarse temprano y cambiar su fondo de escritorio todas las semanas".



Es inútil. Cada vez tengo la impresión más certera de que mi asumida mediocridad impedirá que tenga una muerte violenta y/o imprevista. Ya no pienso en mi necrológica más que de tanto en tanto. He comenzado, como Carol Danvers, a olvidar.

lunes, 10 de marzo de 2008

Elecciones

Tenemos los representantes que nos merecemos.


Otros descalabros.

Y como homenaje a la presentadora de la gala, ¡que vuelva Italia a Eurovisión! Sus artistas tienen la música pegadiza, la estética innovadora y las coreografías espectaculares, a la par que sencillas, que pueden triunfar en el festival.


martes, 4 de marzo de 2008

2666 en pastillas

La pastilla. Tata golosa ha vuelto. Una tarde se le ocurrió. Por qué no, se dijo. Por qué no regresar. Ah, sí, los micrófonos. Esta vez algo más descarado, más provocador. No leerlo, sino mostrarlo. Imagina las caras de los espectadores. Los micrófonos se convirtió en algo así como un clásico popular, algo de la más baja condición que de tan malo acababa siendo bueno. Como Los Nuevos Vengadores o Elvira, mistress of the dark. ¿Cómo hacerlo? Se presenta el reto. Àlex Rigola. A ese hombre de teatro al que una tarde se le ocurrió adaptar a Roberto Bolaño a los escenarios no le dio tiempo a escuchar el nuevo éxito de la italiana, pero tuvo la misma idea. Pastillas. Es el único modo. ¿De qué otra forma transformar en unas horas una novela de más de 1000 páginas? 2666 en pastillas. Efervescentes, coloridas, deliciosas, abyectas, alucinógenas pastillas.



La primera parte, la de los críticos. Profesores universitarios. Como en el chiste: un francés, una inglesa, un español... Buscan en México a un escritor alemán ¿Qué quitar, qué dejar? Si ni tan siquiera la novela parece tener sentido a pesar de su extensión, ¿cómo intentar dárselo en mucho menos tiempo? Pastillas, breves fragmentos en boca de los personajes. Todas las palabras que se pronuncian están extraídas del libro. Quizá no en el orden en que se dicen. La parte de Amalfitano. Un profesor chileno de filosofía que enseña a Wittgenstein, que habla con su padre muerto y que tiene una bella hija. Cristina Brondo. Los personajes van pasando de una parte a otra, también los actores. Se toman una pastilla mágica que les transforma en otras personas. La parte de los crímenes. Sangre y cruces. Poco más. Discutible. Un largo texto en la pantalla que Bolaño no escribió, que no quiso escribir. ¿Le hubiese gustado? Yo creo que no. ¿Pretende Àlex Rigola agradar a Bolaño? La parte de Archimboldi. El misterioso escritor alemán. Su identidad es revelada. Corre mucho. La Sra. Bubis enseña las tetas. Pero, ¿se llega a alguna conclusión? Una pastilla y a dormir. No me ha hecho efecto. Reposar durante 5 horas.
Dejo para el final, aunque no sea la última, la parte más lisérgica, la parte de Fate. Un puñado de actores encerrados en un cubo. El cubo es a la vez un ring de boxeo y una discoteca. Se comportan como si se hubiesen tomado una pastilla. Una de las malas. Y cuando ejecutan una coreografía al ritmo de ‘Gasolina’, uno toma conciencia de que Bolaño y Tata Golosa no están tan distantes. De nuevo la mierda y el arte se toman de la mano y nosotros experimentamos un subidón. La pastilla. Telón.