domingo, 28 de octubre de 2007

La saltología

Todo está conectado. Releyendo la novela del escritor argentino Rodrigo Fresan, 'Vidas de santos', redescubrí un capítulo titulado 'Música para destruir mundos (un experimento)', en el que el pianista Glenn Gould habla de su (hipotético) encuentro con el creador de la bomba atómica, el doctor J. Robert Oppenheimer. En un párrafo se menciona el retrato de este científico que realizo el fotógrafo alemán Philippe Halsman, inventor de la saltología.

La vieja postal, las resignadas pupilas de la dulce Lise y, ahora, la célebre foto de Oppie modelo 1958. Oppie congelado en el aire, saltando frente a la cámara de ese fotógrafo adicto a capturar celebridades en suspensión y ajenas por unos segundos a los impostergables imperativos de la gravedad. Y estas palabras de Oppie acompañando a esa foto: "En el aire, lejos del suelo, todos son auténticos; la verdad aparece, siempre, cuando no se la puede apoyar en ningún lado".
Oppie en el aire, entonces: el índice extendido, desafiante, a los cielos y a todo lo que pueda esconderse en las alturas. Atrás, a sus espaldas, un pizarrón rebosante de fórmulas nos recuerda que, después de todo, Oppie tiene poco que ver con este mundo, con el suelo que pisamos cada mañana. Oppie y las fórmulas de Oppie prefieren ocuparse de la luz que viene de muy lejos, de otra parte antes que de nosotros quienes no somos más que la sombra que proyecta esa luz al chocar contra materia más o menos sólida, más o menos verdadera y real.

Cuando leí 'Vidas de santos' por primera vez no sabía quien era Halsman. Pero hete aquí que las navidades pasadas, rebuscando entre las ofertas de una librería, encontré 'Halsman: a retrospective', un libraco que reunía los mejores retratos de este fotógrafo.
Cuando los observé por primera vez no reparé en el del doctor Oppenheimer. Pero hete aquí que se me ocurrió releer la novela de Fresán y, cuando llegué a 'Música para destruir mundos', releí 'Halsman: a retrospective' y esa imagen se reveló como algo importante.
Como explica el mismo Fresán, Halsman gustaba de suspender a las celebridades en el aire. Pero la invención de la saltología no era un fin en si misma, era un medio para reflejar la personalidad de los retratados. Y asimismo su belleza. Y vaya si lo consiguió. Algunos de sus trabajos se han convertido en iconos del siglo XX, como las imágenes que captó de Salvador Dalí, Einstein o Marilyn Monroe.

Halsman, emigrado a Estados Unidos, inmortalizó a algunos intérpretes de la edad dorada de Hollywood y supo captar su esencia como ningún otro fotógrafo pudo. Sus retratos de Audrey Hepburn, con un halo de hojas (más parecida que nunca a Bambi), son algunas de las imágenes más bellas que se conservan de esta actriz. Y mira que se conservan cientos y cientos.

Halsman retrató a muchas otras figuras de las artes y las ciencias, en el aire o en tierra. Entre mis imágenes favoritas: las del matrimonio Newman-Woodward, en una escena hogareña, la de los Duques de Windsor, o como la vieja nobleza conserva su elegancia cuando desafía a la gravedad, la de la cantante Eartha Kitt (¿cómo se volvió luego tan petarda?), la de Vladimir Nabokov cazando mariposas, el aire triste de Anthony Perkins inclusive en el aire o la belleza de Barbra Streisand, que se les ha escapado a muchos otros fotógrafos.

Todo está conectado. Halsman buscaba la verdad y la belleza y para ello lanzaba a sus modelos al vacío. Fresán busca la verdad (no sé si la belleza) y para ello recurre al momento en el que el fotógrafo inmortalizó al doctor Oppenheimer. Yo, que busco únicamente la belleza (buscar la verdad me parece demasiado pretencioso), los encontré a ambos. Y, por ello, me adhiero a ese culto que uno inventó y el otro dotó de la inmortalidad literaria, la saltología. Desde arriba todo se ve mucho más hermoso.

miércoles, 24 de octubre de 2007

Cómo criticar el cine de culto

Mis nunca bien ponderados commmpañeros de fatigas laborales tuvieron la genial ocurrencia de obsequiarme por mi cumpleaños con la edición en dvd de 'Historias extraordinarias', la adaptación de tres relatos de Edgar Allan Poe que llevaron a cabo el mismo número de maestros del cine europeo: nada más y nada menos que Fellini, Malle y Vadim.
Como desde antes del verano no se asoma por aquí ningún listado absurdo, he decidido que es hora de recuperar esta sana costumbre y señalar por qué merece la pena ver esta película. No voy a someterla a juicio, no estoy capacitado para ello, únicamente deseo destacar algunos aspectos que la hacen atractiva, interesante, irresistible, irrepetible. Como por ejemplo, un, dos, tres, responda otra vez:

- Una reconocible ciudad italiana bajo un prisma febril y afectado.

- Jane Fonda enrollándose con otra mujer(¿o fue mi mente calenturienta?).

- La condesa de Metzengerstein acariciando a un felino de aspecto bastante peligroso.

- Un cruento precedente de 'Au revoir les enfants'.

- Jane Fonda enamorándose perdidamente de su primo en la ficción, su hermano en la vida real.

- El eslabón perdido entre 'Roma' y 'Ocho y medio' (o entre '8 y medio' y 'Roma').

- Alain Delon dando de latigazos a B.B.

- Una galería de rostros peculiares exquisita y espectacular.

- William Wilson apuñalando a William Wilson.

- Terence Stamp llevando hasta un límite casi inconcebible la expresividad de su rostro.

- Vislumbrar el primer western católico.

- William Wilson a punto de practicar una vivisección a una aterrada jovencita.

- Una película de Fellini en francés.

- Una doble (casi) perfecta de Greta Garbo en una entrega de premios cinematográficos.

- B.B. fumando un puro y jugando a las cartas con Alain Delon.

- Toby Dammit perdiendo la cabeza.

- Terence Stamp completamente borracho conduciendo un Ferrari.

- La condesa de Metzengerstein entregándose sin reservas al fuego.

- La condesa de Metzengerstein entregándose sin reservas al fuego.

Y ya no podemos continuar porque sin habérnoslo propuesto hemos repetido lo del fuego. Han sido 18 respuestas acertadas a 25 pesetas cada una....

lunes, 8 de octubre de 2007

Retornos catódicos II: Héroes

Desde hace varios días contemplo por mi ventana sombrías y abundantes nubes instalarse en el cielo, azul hasta el momento, lo que es un síntoma del inminente regreso del otoño. Así, continúa el infinito ciclo de las estaciones, el verano sucede a la primavera y el otoño al estío.
Tal y como lo hacen las estaciones, continúan donde se quedaron las nuevas temporadas de las series. Esa construcción subjetiva que es el tiempo a veces nos la juega y, en ocasiones, no sabemos si son las estaciones las que determinan el ritmo de las series o las series las que hacen que fluctúe la meteorología.
Los argumentos de los cómics de superhéroes también han cogido la costumbre de repetirse cíclicamente, tal y como lo hacen las estaciones. En 'La Patrulla X' (si a estas alturas no sabes qué es no hay esperanza para ti, por favor abandona este blog) una pelea con Magneto sigue a un viaje a África de Tormenta, que a su vez se produce después de una muerte de Jean Grey o de un ataque de Los Centinelas. Ésto, cómo los estaciones, no es bueno ni malo, simplemente no se puede valorar. Has de aceptarlo, cómo el tener que andar cambiando la ropa de sitio en el armario.
Las primeras hojas que han caído de los árboles han traído consigo el retorno de 'Héroes', la serie revelación de la temporada pasada. Del mismo modo que sentenciamos si una estación ha sido especialmente fría o lluviosa o voluble, las temporadas de las series debieran valorarse cuando todos los capítulos se hayan emitido.




Pero todos solemos emitir juicios precipitados. Vaticinamos que una estación va a ser cruenta o suave por el comportamiento de las anteriores o por una pura y simple corazonada. Predigo que a un verano atípico le sigue un invierno agradable.
Después de ver dos capítulos, no puedo evitar una crítica de 'Héroes': la primera toma de contacto ha sido decepcionante. La serie parece haber aprehendido uno de los peores defectos de los cómics a los que pretende homenajear, como los de 'La Patrulla X' (colección de la que vuelve a saquear las líneas argumentales, tales como el virus que únicamente enferma a tipos con superpoderes), ya que los personajes principales han sido colocados en la misma posición en la que estaban al principio de la serie. De este modo, Claire Bennet vuelve al instituto y en esta ocasión, en vez de tener un amigo raro tiene un amigo raro con superpoderes, Mr. Bennet vuelve a irse de juerga con el haitiano, Mohinder esta de nuevo implicado en una búsqueda incesante y absurda, Hiro hace constantemente el payaso para cambiar el pasado en lugar del futuro, hay un maloso que se esconde entre las sombras, unos dibujos que predicen el futuro (un futuro atestado de peligros), una chica que mata a la gente sin querer (queriendo), etc.
'Héroes' puede convertirse en un cómic de superhéroes más, o peor, en una de esas emisoras en las que las canciones se repiten periódicamente hasta la náusea. Pero la presencia de ánimo de los telespectadores es mucho más voluble que la de los lectores de cómics de superhéroes, e incluso que la de los radioyentes. No podemos impedir el paso del tiempo ni (algunos de nosotros) continuar leyendo las vicisitudes de los hombres X. Pero podemos cambiar de canal. Y, si la estación se presenta intolerable, no habrá más remedio que hacerlo.

martes, 2 de octubre de 2007

Raymond Queneau es un gafapasta

-A la espera de que cese la agitación, ¿a qué dedicaréis vuestro tiempo, Joaquín, ahora que estáis en España? El país es austero, y, al margen de las corridas de toros, no veo para vos demasiadas distracciones, Joaquín.
-Pintaré.
-Ésta es, en efecto, una agradable distracción. Nunca había pensado en ello. ¿Cómo se os ha ocurrido esta idea?
-En sueños.
-¿En sueños decís?
-En sueños digo. Y en el sueño, Felisa, la más joven de mis hijas, la que es idiota, regresaba de Roma y me contaba que había visto la capilla Sixtina, y yo me decía: también yo soy pintor.
-¿Y qué pintáis, Joaquín? ¿Bodegones, flores, o tal vez batallas?
-Cavernas.
-¿Con las tentaciones de san Antonio?
-¡No!Pinto en las paredes de las grutas.
-Pero, Joaquín, ¿Quién verá vuestras obras?
-Los prehistoriadores.
-Ésa es una palabra que ignoraba.¿Qué significa?
-Os lo contaré más tarde. Decidme, ¿no conoceréis por casualidad algún lugar de este tipo donde poder ejercitarme?
-Precisamente tengo algunos en mis tierras- respondió el conde Altaviva y Altamira.



Después de un excesivo periodo de de tiempo proponiéndomelo, leí a Raymond Queneau, un escritor francés que pretendió confeccionar una teoría matemática de la narrativa. Estos franceses son así de raros. Queneau y su amigo Françoise le Lyonnais se sacaron de la manga el Oulipo o "Taller de literatura potencial", en el que intentaban aplicar algunas normas aritméticas a la creación literaria.
Pues bien, a pesar de que no sabía a qué atenerme conocidos estos datos, me acerqué a 'Flores azules'. Mi ejemplar de esta fantabulosa novela reposaba sobre mi mesa cuando un compañero de trabajo se acercó y se interesó por el libro. Sobrevoló la breve biografía que hay en la solapa (poeta, autor de canciones, pintor, actor, traductor-manejaba dieciocho idiomas-, matemático...). Al contemplar la foto del autor exclamó sin el menor resentimiento "¡Raymond Queneau es un gafapasta!". Yo pensé súbitamente que razón, aunque aún no sé qué quiso decir con esa afirmación, si es que quiso decir algo.

Raymond Queneau

Después, me preguntó si la lectura me resultaba interesante. Yo contesté que la historia y la estructura eran originales pero que, en lo referente al estilo, creía que se habían perdido muchos juegos de palabras y chistes en el proceso de traducción. A lo que él contestó "¿Y por qué no la tradujo él mismo si conocía tantos idiomas? Seguramente así, se habría perdido menos". Callé, pues no se me ocurrió ninguna respuesta.
Los franceses son así de raros y esta resultó ser una de esas situaciones en las que se aplica 'l'esprit d'escalier', el ingenio de la escalera, una expresión que inventaron los habitantes del país vecino en referencia a esas ocasiones en las que uno se da cuenta en la escalera de lo que debería haber dicho en la sala, o sea, que se nos ocurre una respuesta ingeniosa cuando ya es demasiado tarde. Pues bien, mi ingenio de la escalera frente a por qué Raymond Queneau no tradujo 'Flores azules' es que estaba demasiado ocupado siendo poeta, autor de canciones, pintor, actor o matemático y no le parecía demasiado importante que el lector hispanohablante leyese su obra. O simplemente no le dio la gana. O esto no era un esprit d'escalier y no hay respuesta posible.