miércoles, 20 de junio de 2007

Borrachera de poder (II)

El poder intoxica a la manera del alcohol. Por eso, los representantes de la justicia deben cerciorase de que los políticos no se emborrachan con él. Y, si se emborrachan, de hacer que se les pase la curda con una temporada entre rejas.
Más o menos de eso trata 'Borrachera de poder', el último trabajo de Claude Chabrol, director por el que ya he manifestado mi admiración anteriormente.

Borrachera de poder

En esta ocasión, deja de lado el suspense provinciano al que nos tiene acostumbrados para meterse en en una intriga política, la historia de la juez de instrucción Jeanne Charmant-Killman, que investiga una densa trama de corrupción y malversación de fondos desde su despacho parisino.
Chabrol ya había ahondado en la política en anteriores obras, como 'La flor del mal', pero en aquella ocasión como telón de fondo, aunque no exenta de ironía. Esta vez se inspira en un escándalo real, el caso Elf.
En la crítica de esta cinta del último número de Rockdelux hay un aspecto que se destaca sobre el resto y es el de la idiosincrasia de esta cinta debido a su nacionalidad de origen. O más bien, a su idiosincrasia debido a la nacionalidad a la que no pertenece.
Tenía un profesor (y perdón por repetir este recurso) que afirmaba que solo había dos tipos de películas: unas capaces de llegar al público de todo el mundo (es decir, las comerciales americanas) y el resto, las realizadas con fines más "artísticos", que solo podían ser entendidas en su país de origen, pues no usaban el lenguaje universal de las primeras. La verdad, siempre pensé que este profesor era un imbécil.
'Borrachera de poder', a pesar de ser francesa, es una película perfectamente asumible por los espectadores de cualquier lugar, al menos del hemisferio norte, incluso por los norteamericanos, si se esfuerzan un poco. Pero en Rockdelux destacan que esta historia hubiese quedado irreconocible si se hubiese filmado en Yanquilandia, pues en sus películas siempre se demuestra que el sistema funciona y que, si parece no hacerlo, es solo un fallo de percepción por parte de los ciudadanos. En aquel lugar los protagonistas siempre son buenos y los antagonistas, muy malos y la distancia que los separa está muy clara. Pero en Francia, y en las películas de Chabrol, no es así.

Huppert y Chabrol

El sistema, simbolizado por unos oscuros señores encorbatados que se reunen en restaurantes exclusivos a beber champán y fumar puros, mueven los hilos tan formidablemente que su presencia no es ni intuida, mientras la juez ve como, al intentar tirar de uno de ellos, su propia vida se desmorona. Aquí el individuo se da cuenta de que el sistema no funciona, de que está podrido desde el inicio hasta sus peldaños más elevados, y que es casi imposible cambiarlo. Al intentarlo, puede pagar un precio demasiado alto.
Pero Chabrol no presenta a la juez Charmant-Killman como un ser inmaculado. Es una fría arribista que ha descuidado su vida personal porque también está intoxicada del poder que se le ha otorgado.
(Interludio: Isabelle Huppert es una actriz soberbia, estaría magnífica incluso encarnando a Pikachu, Chabrol dice de ella: hay muy pocos actores que logran construirse una obra trabajando para los demás)
Al final, después de varios intentos de unos poderes para acabar con los otros y viceversa, solo quedan las personas: una mujer que ha llevado su cometido hasta extremos peligrosos para ella misma y los que le rodean y el único político al que ha conseguido perjudicar, recluido en un sanatorio, víctima de una depresión.
Pero 'Borrachera de poder' no me parece una película pesimista. En la última secuencia, la juez manda a la mierda a los politicastros y se dispone a reanudar un simulacro de su existencia anterior. Al menos para Charmant-Killman hay una oportunidad de redención. Ha descubierto que estaba borracha. Ahora viene la resaca, pero quizá después puede volver al trabajo completamente serena.

martes, 19 de junio de 2007

Borrachera de poder (I)

Pregunta: De hecho, el título parece valer tanto para los políticos como para la protagonista, que se cree todopoderosa en su afán de erradicar la corrupción...
Respuesta: Es la borrachera de todos en realidad. El poder emborracha. La borrachera del poder es como la del tequila. Por eso siempre nos sorprende ver que personas de alto nivel, una vez en el poder, cometen barbaridades impensables. Es porque están borrachos.

Claude Chabrol, Cahiers du Cinema, mayo de 2007



Nicolas Sarkozy, Cumbre del G8, junio de 2007

Nota: yo no creo que Sarkozy sea una persona "de alto nivel".

miércoles, 13 de junio de 2007

Feria del libro 2.0

Cada año la primavera viene cargada de literatura, los organismos oficiales se empeñan en fomentar la lectura cuando llega el buen tiempo. Qué equivocados están: cuando el cielo se despeja y suben las temperaturas a la gente no le apetece leer, prefiere bajar a la terracita más cercana a tomar unas cervezas con los colegas. Más les valdría a las autoridades fomentar la lectura en invierno, que es cuando la gente pasa más tiempo en casa. A lo mejor alguno apagaba la televisión y cogía un libro.
De todos modos, las campañas de fomento a la lectura más llamativas siempre acaban siendo aquellas que esconden fines comerciales. Por ejemplo, las ferias del libro.
Pero como a mí me da igual verme envuelto en el mercantilismo, todos los años allá que me dirijo, y este año no podía ser menos.
A tan magno evento prefiero ir con un objetivo. Me explico: no me gusta ir a dar vueltas por allí a ver qué cae porque seguramente, acabe no comprando ningún libro, y encima pille una insolación.
Así que este año, mi objetivo era que Millás me firmara su última novela. Pero una vez en el parque del Retiro, además de conseguir que Millás me dedicase (con su amistad y afecto) 'Laura y Julio', vi otras muchas cosas interesantes:

- Una mujer en la cola para Millás que le decía a Millás "¿te acuerdas de mí?". A lo que Millás, circunspecto, respondía "pues no caigo". Entonces la mujer continuaba "¿te acuerdas de la coja de nosequeplaya en el año 86?". Y Millás: "ah, ¿eras tú? Perdona, es que como no llevas bañador no te había conocido". Muy millasiano todo.

- Un numeroso grupo de jovenzuelos leyendo 'Cien años de Soledad' mientras paseaban incansablemente.

- Cesar Vidal y Jiménez Losantos firmando ejemplares de sus últimas obras en la misma caseta. En ese momento cruzó mi mente la idea de lo rápidamente inflamable que es la madera.

- Valmon con una camisa hawaiana verde con flores blancas.

- Un cartel anunciando la presencia de Esperanza Aguirre en una caseta en la que firmaría ejemplares de su biografía. O hagiografía.

- Una muchedumbre aguardando a su ídolo, que empezaba a firmar media hora más tarde. Sí, lo habéis adivinado. Era... Iker Jiménez.

- Una escritora llamada Lola Millás de la que no sé nada pero que podría ser familia de Juanjo. O su antípoda. O algo.

- Unos aseos cuyos letreros rezaban "lectores" y "lectoras".

- Cruzarme en dos ocasiones con Bernabé Tierno, que iba hablando con su móvil muy sonriente.

- Álvaro Pombo sin nadie a quien dedicarle un libro frente a su caseta.

- Fernando Sánchez-Dragó con una camiseta en la que se leía "no soy Dragó".

- La representante de Plot Ediciones, que me regaló un catálogo conmemorativo de los 20 años de la editorial. Claro que yo me había agenciado previamente 'Truffaut', de Serge Toubiana y Antoine de Baecque.

- Un catálogo de Anagrama, del año 2004, llamado 'Deconstructing Anagrama'.

- Anita llamando trasnochado a Alfonso Azpiri.

Azpiri

- Un escritor tuareg llamado Moussa Assarid, ataviado como tal.

- La caseta de Edaf, en la que estuve buscando rastros de Fuco Lois con escaso éxito.

- La caseta de Edhasa, donde pregunté de nuevo por 'La lotería', de Shirley Jackson, pero obtuve el resultado de siempre.

- 'El misterio de la carretera de Sintra', de Eça de Queiroz y Ramalho Ortigao, publicada en Acantilado, una novelita que yo leí en una ajada edición de Bruguera.

- Mi hermanita huyendo de Millás una vez que este le hubo dedicado su ejemplar de 'La soledad era esto'.

- Finalmente, comprar 'Las lanzas coloradas', de Uslar Pietri, en la cuesta de Moyano, por 1 euro.

Y, como siempre, además de los libros, nos quedarán unos bonitos recuerdos.

martes, 12 de junio de 2007

Mosquito



Esta noche se han puesto morados conmigo. Debo tener la sangre muy dulce, como dice mi madre.

sábado, 9 de junio de 2007

Gente guapa

Como siempre lo dejo todo para el último momento, un día antes de que la exposición 'Tintoretto' echase el cierre, acudí al insigne Museo del Prado para deleitarme la vista con el trabajo de este artista del renacimiento italiano. Es extraño enfrentarte a tantas magníficas pinturas a la vez, es lo malo de los museos y de las exposiciones. Uno debería ir observar detenidamente 3 o 4 cuadros y volver al día siguiente para ver otros 3 o 4, pero no acabaría nunca y, si además hay que apoquinar a la entrada, sería muy mal negocio (para el visitante, para el museo sería cojonudo).
Así que me intoxiqué de Tintoretto y, como no fue suficiente, decidí darme una vuelta por la exposición permanente.
Me fascina del Museo del Prado la cantidad de tesoros que hay allí expuestos y que se pueden contemplar a diario. Por ejemplo, 'El lavatorio', de Tintoretto, no se va a marchar de Madrid porque pertenece a esta ciudad, al igual que otras maravillas, como 'El jardín de las delicias', de El Bosco, 'El triunfo de la muerte', de Pieter Brueghel, 'La adoración de los magos', de Rubens, 'La trinidad', de El Greco, 'La bacanal', de Tiziano o 'Las hilanderas', de Velázquez. Una pena que hayan escondido 'La condesa de Vilches' de Madrazo, uno de mis retratos favoritos. Supongo que lo trasladarán a la tan cacareada ampliación y, más tarde que temprano, volveremos a disfrutarlo.
Pero aun más que los cuadros, del Prado me fascinan sus visitantes, supongo que similares a los de las pinacotecas más importantes del resto del mundo. Un sábado por la mañana uno encuentra siempre una turba furibunda de turistas ávidos de arte que corretean por las salas sin apenas mirar los cuadros, pero leyendo todos los letreros que los sitúan en una corriente artística o en una época. Me recuerdan a esa escena de 'Banda aparte', de Godard, en la que los protagonistas han de ver el Louvre en 9 minutos y 43 segundos para batir un record.



De esta vuelta pude observar oriundos de Inglaterra (o Irlanda, no distingo el acento), EEUU (o Canadá, ídem), Francia (o la parte francesa del Canadá), Japón (o Corea), India, Alemania (o la parte alemana de Suiza), México, Argentina y Portugal (o Brasil). Había autóctonos de otros países que no puedo discernir, e incluso algún español, puede que de provincias (con todo mi respeto a las provincias) o puede que de aquí de Madrid.
En general, los turistas que visitan El Prado son gente bien. Gente guapa. Se les nota. Llevan ropa de marca y peinados caros, y la mayoría no van en pantalones cortos y sandalias, por la sencilla razón de que, cuando uno va a hacer turismo, se lleva sus atuendos más decentes. Piensas "ya que voy a un país extranjero, voy a tener buen aspecto, que vean que los españoles semos gente elegante". O al menos, lo pienso yo, que soy un poco presumido.
Por eso me encanta la idea del fotógrafo Tomas Struth de inmortalizar a espectadores anónimos mirando los cuadros. Yo también me pregunto desde donde habrán venido esas buenas gentes, quienes son, qué grado de parentesco guardan con sus acompañantes, qué sienten al contemplar las pinturas... Casi son más interesantes que las propias pinturas.
Estaba yo sumido en estas trascendentales reflexiones (en vez de mirar los cuadros o leer los carteles, cada uno pierde el tiempo como quiere) cuando, al volverme en una de las salas dedicadas a Goya, me enfrenté con cara a cara con... ¡Mar Flores! Sin duda alguna, ella también quería sentirse por un rato gente guapa, pero gente guapa de verdad, no de esa de mentira que sale en los papeles. No me pregunté de donde venía ni quien era, y supuse que no debía sentir gran cosa frente a las pinturas porque se servía de una guía que no la dejaba detenerse gran cosa frente a ninguna. Pero, eso sí, llevaba un traje divino. La gente guapa, en los museos, es donde encuentra su razón de ser. Si alguna mañana os levantáis sintiéndoos un poco patitos feos, en vez de insultar al espejo, acudid raudos a un museo. Y si la cosa no mejora, siempre os queda el arte.

lunes, 4 de junio de 2007

Minutos musicales III: las mejores escenas musicales

Llevo planeando este post desde que Cayetana Altovoltaje publicó este otro.
La premisa es simple: he seleccionado las 30 secuencias musicales de películas no musicales que más me gustan. Seguramente me he olvidado de más de una y seguramente NADIE esté de acuerdo con mi selección, pero ahí van de todos modos.

-Kim Novak y William Holden bailan Moonglow en 'Picnic'

-El casting al completo canta 'I say a little pray' en 'La boda de mi mejor amigo'

-La escena final de 'Zatoichi'

-Marcello Mastroianni y Jeanne Moreau en el bar en 'La noche'



-Bailando sin música en 'Banda aparte'

-Anna Karina baila el swing en 'Vivir su vida'

-La competición de canto en 'Y la nave va'. De esta secuencia no he encontrado video. Si alguien se anima a colgarlo, que avise.

-Abigail Breslin baila Superfreak en 'Little Miss Sunshine'

-Rita Hayworth canta Put the blame on mame en 'Gilda'

-Rebekah Del Rio canta Llorando en 'Mullholland drive'

-Los habituales del café de Rick cantan La Marsellesa en 'Casablanca'

-El casting al completo canta Wise up (de Aimee Mann) en 'Magnolia'

-Uma Thurman y John Travolta bailan en 'Pulp fiction'

-Holly Golightly canta 'Moon river' en 'Desayuno con diamantes'

-Lauren Bacall canta How little we know en 'Tener y no tener'

-Corinne Marchand y Michel Legrand cantan 'Sans toi' en 'Cleo de 5 a 7'

-David Bowie canta 'Magic dance' en 'Dentro del laberinto'

-Scarlett Johansson y Bill Murray en el karaoke de 'Lost in translation'



-Brian y compañía cantan Always look on the bright side of life en 'La vida de Brian'

-Charlot por fin habla (y canta) en 'Tiempos modernos'

-Cristina Sánchez Pascual canta Salí porque salí en 'Entre tinieblas'

-Ana Torrent escucha y baila Porque te vas en 'Cría cuervos'

-Jessica Rabbit canta 'Why dont you do right' en '¿Quien engañó a Roger Rabbit?'

-Jeanne Moreau canta Le Tourbillon en 'Jules y Jim'

-La muerte de Verónica en 'La doble vida de Verónica'

-Marlon Brando y Maria Schneider bailan el tango en 'El último tango en París'

-Marilyn Monroe canta River of no return en 'Río sin retorno'

-Claire Trevor canta Meanest man en 'Cayo largo'

Y por último, pero no menos importante, dos escenas que no me resisto a incluir, aunque no sé si alguien en su sano juicio no incluiría en ninguna lista.

-Elvira (la chica de vanguardia que tiene retaguardia) parodiando a Jennifer Beals ('Flashdance') y cubriéndose de brea (aunque esto no sale en el video) en 'Elvira, mistress of the dark'



-Gregory House tocando Teenage wasteland de The Who en un piano invisible en el episodio 'Control' de 'House MD'

E-e-eso es todo, amigos.