jueves, 27 de julio de 2006

In the mood for love



Mientras veía 'In the mood for love' no podía apartar la sensación de que se parecía a otra película a la que no se parecía en nada. Siempre me pasa lo mismo. Contemplo el cine como una especie de juego de espejos cuyas partes se reflejan unas en otras, creando un espectáculo de luces diferente cada vez. Quizá esta teoría se deba a que padezco una enfermedad mental aun sin diagnosticar, ya que encontré ecos de 'Juan Nadie' en 'La dolce vita', pero hay veces en que es obvio que el cine se alimenta de sí mismo y se pueden apreciar esos sutiles homenajes, plagios, influencias o como cada uno quiera llamarlos. Woody Allen, por ejemplo, es uno de los menos sutiles: ha homenajeado (creo que nunca lo ha hecho con voluntad de plagio) a Welles, Fellini, Bergman, Godard...
'In the mood for love' (para quien aun no la haya visto) es un drama romántico del cineasta chino Wong Kar Wai, que narra los encuentros y desencuentros de un hombre y una mujer en el Hong Kong de los años 60 cuando ambos descubren que sus parejas están enrolladas entre sí.
Es una historia convencional, desde luego, pero escapa a la limitación de su argumento con una puesta en escena que no sé si se puede calificar de original, pero que al menos se mantiene alejada de lo convencional. Para ello, toma referencias de los melodramas hollywodienses de los años 50 (el manierismo a lo Douglas Sirk) y de todos aquellos cineastas que los retorcieron y/o actualizaron (Fassbinder o Almodovar). Una estética entre publicitaria y pictórica, la utilización de la música de otras películas y de canciones populares de los años tal no dejaba de recordarme a 'Kill Bill'. Yo tampoco lo entiendo del todo. Tarantino también parece crear su cine a partir de retazos de otras películas, aunque el norteamericano usa sobre todo aquello que conocemos por cultura 'Pulp' (cine negro de serie B, películas de artes marciales, series de televisión de acción), mientras que el chino se decanta por referentes algo más elevados. Los dos consiguen resultados magníficos. El cine clásico usaba como modelos la pintura o el teatro en su puesta en escena, sus bandas sonoras imitaban a la música clásica, incluía numerosas referencias a los genios de la literatura, etc. Pero ahora ese cine ya se ha convertido en un referente que se usa para realizar nuevas películas. ¿Es esto la modernidad? Quizá, pues hay en estos directores una cierta voluntad de cambio. Intentan que el cine no se anquilose en modelos del siglo pasado. Pero han de luchar con un enorme enemigo: los convencionalismos. A la mayoría de la gente no le interesa este cine, prefiere ver lo de siempre, si acaso, con más efectos especiales. Ahora Wong Kar Wai ha anunciado que va a dirigir una película sobre el huracán Katrina producida con dinero americano. ¿Se puede esperar que se parezca a esta? Lo dudo mucho.

Actualización: Vaaale. Al final, la peli que va a rodar en inglés no va sobre el Katrina. Quien tiene boca se equivoca, qué pasa.

jueves, 20 de julio de 2006

Desconexión unilateral

Cuando llega el verano, todos aquellos que seguimos la actualidad como si de un apasionante culebron se tratase, intentamos desconectarnos de ella unos días: nos olvidamos de leer el periódico, de ver el telediario y de todos esos actos cotidianos que mantenemos a lo largo del año. Desciende el nivel de concentración y nos encontramos demasiado cansados como para fijar nuestra atención en algo concreto. Por eso, dejamos fuera de nuestras mentes todo tema que nos produzca la más mínima impresión de trascendencia. Pero hay veces que es difícil hacerlo.
Desde hace más de una semana ocurren cosas a las que no podemos permanecer indiferentes (al menos yo no puedo). Cierto, los pueblos siempre se han matado entre sí, no es una novedad, casi debiera ser noticioso que ocurriese lo contrario, pero se suponía que en este nuevo siglo que empieza apenas a andar, las cosas iban a cambiar. Esos cacareados organismos internacionales que se crearon a mediados del siglo pasado deberían intentar impedir en la medida de lo posible estos conflictos. ¿Lo hacen? Quizá también desconectan en verano, hace demasiado calor como para sentarse delante del televisor y ver lo que pasa en el mundo. Aún así, la indignación no es un sentimiento que se vaya de vacaciones. Por eso, a veces no puedo apartar la vista de los hechos que me causan horror, y pienso, iluso de mí, que alguien debería hacer algo. Los periódicos siguen ahí y, si uno logra vencer la desidia propia de esta estación, se dará cuenta de que están contándonos algo importante. Aunque al leerlos se tiene la impresión de que están más preocupados en echar la culpa a uno u otro bando que en contarnos lo que ocurre. En El País no se acaban de poner de acuerdo. Mientras el escritor israelí Amos Oz se pone de parte de parte de sus compatriotas, uno de los gerifaltes del diario, Lluis Bassets, parece querer decir lo contrario. Eso sí, de forma muy mesurada. Que los ánimos están muy caldeados y no sólo por las elevadas temperaturas. Aunque da igual los grados que marquen los termómetros, cuanto más tiempo paso en él, el mundo me parece un lugar más abdsurdo: mientras hacen un drama porque el Presidente del Gobierno se pone un palestino, dos docenas de inmigrantes permanecen en un barco en alta mar porque ningún país los quiere en su suelo. Y luego decimos que somos xenófobos. Nuestras autoridades, desde luego, no lo son.El verano es asqueroso, sí, por el sudor, el hedor, las ciudades desiertas, las playas abarrotadas, pero también por otras cosas mucho menos pasajeras.

Desliz sensiblero

A veces la ansiedad me sube hasta la garganta y tengo que taparme la boca para no gritar. ¿He escrito yo esto? No, ha sido mi doble malvado, ese al que le juré que no usaría este espacio para contar mis miserias. Sabía cual era mi punto débil. Debe ser el cansancio, o el calor, o la luz del sol al mediodía, que hace que todas las cosas parezcan estar envueltas en una tenue fosforescencia. Los blogueros son propensos a compartir con sus casuales lectores sus más recónditos estados de ánimo. Pero esta me parece una fea costumbre. Aborrezco los lloriqueos y la autocompasión. Pero de vez en cuando me sumo en un extraño estado de angustia o desconcierto. Las palabras que se han inventado para describir los estados de ánimo son fútiles, no sirven para explicar este extraño sentimiento. Françoise Sagan dudó en darle el nombre de tristeza, ¿os acordáis?:

'Dudo en llamar con el nombre bello y serio de tristeza, a este sentimiento desconocido cuya dulzura y cuyo dolor me tienen obsesionada. Es un sentimiento tan completo y egoísta que me llega a dar vergüenza, mientras que la tristeza me ha parecido siempre honrosa. Conocía el arrepentimiento, el fastidio y hasta el remordimiento. La tristeza, no. Ahora siento algo que me envuelve, como una seda enervante y dulce, y que me separa de los demás.'

Pero este párrafo no se ajusta a lo que siento. Para intentar explicarlo y en cierto modo exorcizarlo, transcribo este otro de la novela 'Los siete locos' de Roberto Arlt:

'Otra vez tomaban el mate en silencio, un silencio que sobrevenía para que él pudiera gozar el espectáculo de la mujer de cabello rojo, envuelta en su abrigo de lutre, con las transparentes manos recogiendo la rodilla por sobre el vestido de seda verde.
Y de pronto , no pudiendo contener su curiosidad, exclamó:
- ¿Es cierto que usted ha sido sirvienta?
- Si... ¿qué tiene de particular?
- ¡Qué raro!
- ¿Por qué?
- Sí, es raro. A veces creo que voy a encontrar en otra vida lo que falta en la mía. Y se le ocurre a uno que hay gentes que han descubierto el secreto de la felicidad... y que si nos cuentan su secreto también seremos felices.
- Mi vida, sin embargo, no es ningún secreto.
- ¿Pero usted nunca sintió la extrañeza de vivir?
- Sí, eso sí.
- Cuénteme
- Fue cuando era muchachita. Trabajaba en una linda casa de la Avenida Alvear. Había tres niñas y cuatro sirvientas. Y yo me despertaba a la mañana y no terminaba de convencerme de que era yo la que me movía entre esos muebles que no me pertenecían y esa gente que me hablaba sólo para que yo la sirviera. Y a momentos me parecía que los otros estaban bien clavados en la vida, y en sus casas, mientras que yo tenía la sensación de estar suelta, ligeramente atada con un cordón a la vida. Y las voces de los otros sonaban en mis oídos como cuando una está dormida si sueña o está despierta.
- Debe ser triste.
- Sí, es muy triste ver felices a los otros y ver que los otros no comprenden que una será desdichada para toda la vida. Me acuerdo que a la hora de la siesta entraba a mi piecita y en vez de zurcir mi ropa, pensaba: ¿yo seré sirvienta toda la vida? Y ya no me cansaba el trabajo, sino mis pensamientos. ¿Usted no se ha fijado qué obstinados son los pensamientos tristes?
- Si, no se van nunca (...)'

Bueno, espero que este desliz sensiblero no vuelva repetirse. Debo necesitar vacaciones o algo.

viernes, 14 de julio de 2006

Superman: mejor cuanto más grande

En mi juventud me permitía el lujo de despreciar los comics de DC en favor de los de Marvel. Cuando crecí y comencé a reflexionar sobre mis lecturas, descubrí que, en realidad, todos los comics de superheroes eran igual de mediocres con independencia de quien los publicase, así que comencé a leer también los de DC. Superman nunca fue uno de mis favoritos, era demasiado poderoso, demasiado autosuficiente, demasiado genial.
Pero al final, mordí el anzuelo de la publicidad y fui a ver 'Superman Returns'.
'Superman' y sus secuelas me gustan por ese encanto especial que tienen las películas con efectos especiales anteriores a la era de la digitalización (como las primeras Guerras de las Galaxias), pero tampoco me entusiasman. Aunque está claro que, aunque Brandon Routh no desmerece, Christopher Reeve fue y será el mejor Superman de la historia.
Estoy empezando a creer que las superproducciones hollywodienses me gustan o no dependiendo de mi estado de ánimo. Por ejemplo, 'King Kong' o 'X Men' me gustaron, pero 'El Señor de los anillos' (las 3) me parece un bodrio de tomo y lomo. En este caso, eran las 5 de la tarde y hacía mucho calor, así que mi lado crítico se mantuvo adormilado. Al menos durante un buen rato. La sala estaba llena de niños chillones y algun que otro grupo de amiguetes frikis que pretendían no serlo (Por eso vais a ver una peli de superheroes un jueves a las 5 de la tarde sin niños a los que acompañar ¿eh?, os he pillado). ATENCIÓN, SPOILERS A CONTINUACIÓN. Al principio la cosa promete: el rescate del avión, Kevin Spacey haciéndose con la fortuna de la pobre viejecita, la escena de la azotea... Pero pasada la primera hora, el guion comienza a dar muestras de agotamiento y el director empieza a marear la perdiz abusando de los efectos especiales, como suele pasar en este tipo de cintas. Para rematar, el final, entre ese incisivo remarcamiento del carácter mesiánico del heroe (lo de Superman cayendo a la tierra como Cristo crucificado es de vergüenza ajena), su forzosa soledad de extraterreste obligado a vivir en la tierra (Singer debía ser el típico niño al que todos los malotes zurraban en el colegio y ahora se venga de esta forma) y la edulcorada relación paternofilial de Superman con su (esto..., ya acabo ¿ok?) me da ganas de vomitar. Aunque a lo mejor había comido demasiadas palomitas. Al final de la proyección, ni los niños ni los adultos parecían muy contentos. Y yo tampoco.

jueves, 13 de julio de 2006

Mis series favoritas

La Wonder me ha pasado un meme que me va como anillo al dedo, pues lo de las listas, que le vamos a hacer, es que me entusiasma.

Creo que hay que elegir 6 series de antes y 6 de ahora. Pues allá va.

Entre los clásicos:

- 'Se ha escrito un crimen': ¿quién no ha querido tener una tía o abuelita resuelvemisterios como Jessica Fletcher?

- 'Somos 10': no puedo entender por qué sólo duro dos temporadas. Era genial.

- 'Dragones y Mazmorras': cuando era pequeño, creía que si ibas al Parque de Atracciones, te mandaban a la dimensión del Amo del Calabozo. Que yuyu.

- 'Melrose place': ¿es que nunca habéis estado enganchados a un culebrón, eh?

- 'Infelices para siempre': ya sé que era una pálida imitación de 'Matrimonio con hijos', pero la canción de los títulos de crédito y el Sr. Flopi eran brutales.

-'Lois y Clark': a mí me gustaba...

Menciones para otros clásicos imperecederos como 'Ranma 1/2', 'Falcon Crest', 'Luz de luna', 'Power Rangers', 'Los Ángeles de Charlie', 'El coche fantástico' (una vez lo toqué) y una serie que puso Telemadrid hace siglos: se llamaba 'Los Rebeldes de la Ciencia' y salía una jovencísima Courtney Cox.

Entre los actuales:

- 'Mujeres desesperadas': aunque está en franca decadencia.

- 'Perdidos': a ver que tal la segunda temporada.

- 'House': de mayor quiero ser como él (excepto por lo de la cojera).

- 'Los Simpson': esta no sé si vale, porque los últimos capítulos ya no me gustan, pero bueno.

- 'Las chicas Gilmore': adolescentes americanos que leen libros, increíble.

- 'Aída': es que me descojono con el Luisma, no puedo evitarlo.

Le paso el testigo a Villaykorte, Mística y Androide Paranoide, eso sí, si les entran las ganas.

martes, 11 de julio de 2006

¿Por qué lo hiciste, Fiona?

Cuando ya la dábamos por muerta, Fiona ha regresado al mundo de los vivos. Aunque no parece la misma. No es su voz, no es su físico lo que ha cambiado. Es algo más sutil y profundo.

Esta jovencita norteamericana formaba parte de ese movimiento impostado, fabricado por los medios, de cantautoras que arrasaron a mediados de los noventa. Parecía que iban a eclipsar de una vez por todas a sus compañeros machos. Pero después de una década se ha demostrado que sólo era una estrategia publicitaria: la carrera de la mayoría ha languidecido (Sheryl Crow, Alanis Morissette) y otras directamente han desaparecido del mapa (Paula Cole, Joan Osborne). Ya incluía a Fiona Apple en este paquete cuando, hace unos meses, me enteré de que regresaba con, nuevo disco, 'Extraordinary machine'.

Como soy muy despistado, no sabía yo que el album llevaba pululando por internet unos cuantos meses. Resulta que la todopoderosa compañía Sony había decidido no publicarlo porque lo encontraba poco comercial. 'Extraordinary machine' se había grabado nada menos que en 2003 y había contado con la producción de Jon Brion (responsable del sonido de los mejores discos de mi idolatrada Aimee Mann), que había envuelto las duras letras de la chica (que acababa de romper con el director Paul Thomas Anderson, ídolo gafapastil por excelencia) en sonidos a medio camino entre el jazz y el cabaret pop. Pero Sony decidió que aquellas canciones eran demasiado extrañas para las listas de éxitos. Entonces, los fans se movilizaron para liberar a la pobre Fiona de las injusticias a las que la sometía su contrato. Al final, alguien (siempre hay algún topo en las compañias de discos) filtró las canciones a la red. El culebrón parecía tocar a su fin. Pero no sé si por este motivo (que todo el mundo pudiese obtener gratis las canciones), Sony y Fiona llegaron a un acuerdo: le asignaban un nuevo productor para que "retocase" los temas, el mediocre Mike Elizondo, que ha trabajado con artistas de la talla de Eminem o Avril Lavigne, y le forzaban a escribir un par de singles, 'Parting gift' y 'O´ sailor', para que la gente aficionada a la radiofórmula mordiese el anzuelo.

Y se acabó. El disco no ha tenido demasiado éxito (las canciones siguen siendo extrañas) pero, en general, los críticos lo han alabado. Sin entrar en la polémica de las dos versiones, a mí me ha gustado, diría incluso que es mejor que su anterior entrega, el aclamado 'When the pawn..'. Pero me deja un regusto amargo. Fiona no es de esas artistas que crea su música con el criterio de cuantos más discos vendidos, mejor. Por eso, me jode que se haya doblegado a las exigencias de Sony. Pero, claro, después de tener el disco grabadito y todo, tampoco le molaría que todo su trabajo quedase en agua de borrajas. Y luego queremos ser superestrellas del pop. Qué chungo.

viernes, 7 de julio de 2006

Desórdenes religiosos

El Papa llega a tierras españolas y, aunque a cientos de kilómetros de distancia, puedo sentir su influjo, un influjo del todo pernicioso para mí, ya que sus ideas se filtran en mi cabeza, transformándose primeramente en una ligera obsesión que deviene en una densa ansiedad, como si el eco de sus sermones aun no pronunciados reverberase por anticipado en mi cerebro. Los sermones del papa (sobre todo en un evento llamado Encuentro de las Familias) no pueden sino girar en torno a un concepto tan abstracto como el de la familia. Es fascinante la contradicción que encierra que la iglesia sea la principal defensora de una institución (¿qué cuernos significa "institución"?) que le es totalmente extraña. Los curas siempre andan criticando el divorcio y los matrimonios homosexuales, pero se me escapa qué puede importarle a ellos si no se pueden casar y, por tanto, no pueden divorciarse. Lo de la homosexualidad también es genial porque, ¿para qué vilipendiarla si no pueden acostarse con nadie, sea del sexo que sea? No, ya no es pecado, que cada uno haga lo que quiera, pero eso de casarse, por Dios, como va a ser lo mismo una sana pareja heterosexual, claro que no, eso es lo natural. Lo natural es otro de esos conceptos difusos. Si es natural, está bien. Lo natural es que las personas se acuesten unas con otras, digo yo, porqué si no, para qué se nos da a todos la misma parafernalia. ¿No es un poco antinatural negar esa parte de nosotros mismos? Pero yo no tengo ni idea. Dios debe saberlo, él es muy listo y los curas entienden a la perfección lo que dice, por crípticos que sean sus mensajes crípticos. Tampoco entiendo a Dios, la verdad. Creó la tierra en 6 días. Hasta ahí, vale. Adán y Eva deambulaban por el paraíso, que estaba en la tierra, y la pobre chica mordió la manzana. Entonces Dios les mandó a vivir aquí. ¿Y que pasó con el paraíso entonces? No me aclaro ¿Se lo llevó Dios al cielo? ¿O lo dejó aquí abajo, en alguna parte, a la espera de ser descubierto por algun/a intrépido/a explorador/a? Vale, quizá todo sea una metáfora, pero espero que el Papa vuelva pronto al Vaticano, porque ya me duele la cabeza.

miércoles, 5 de julio de 2006

La era victoriana

!Como no podía ser de otro modo, Luisru y Anita estuvieron allí¡
No sé como, pero el sábado por la noche acabamos en el museo Thyssen-Bornemisza visitando la exposición 'De Cranach a Monet. Obras maestras de la colección Pérez Simón'. Este atípico plan para un sábado noche estuvo en parte por el excesivo calor, que nos dejó atontados y deambulando por las calles sin rumbo fijo (también se nos había olvidado comprar el abono) y en parte por la muchedumbre concentrada en las aceras (había no-sé-que desfile).
!Qué escenario tan épico este Museo¡ Daban ganas de encadenarse a un ´srbol. Cuando llegue la República pasaremos a la baronesa por la guillotina al igual que al resto de sus compinches de sangre azul, pero hasta entonces la tolero, pues cualquiera que vaya contra Gallardón, sea del signo que sea, cuenta con mi simpatía (Acebes aparte).
Contemplando aquellos maravillosos cuadros victorianos se me ocurrió que todos, hasta los fríos ingleses, nos gusta rodearnos de belleza, aunque esté feo reconocerlo. A los ricos se les permite el culto a la belleza sin disimulo a través de sus colecciones de arte. Me imagino a Pérez Simón recibiendo a un amigo en su pinacoteca, allá en el D. F. El amigo, extasiado ante el grandioso espectáculo que suponen todas estas imágenes, exclama: ¡Oh! Usted admira la belleza por encima de todo.
Y el coleccionista se sonríe con satisfacción y una leve vergüenza, porque sabe que la belleza es fútil y es un pecado muy gordo admirarla por encima de todo.
A los pobres nos queda ir a las exposiciones que montan los ricachos a su mayor gloria. Y nuestra propia belleza, claro, pero ese es un tema mucho más espinoso, porque Dios la reparte muy mal y a unos les toca mucha y a otros, prácticamente nada. Así que, quien tenga suficiente belleza para consolarse sin ir a un museo pues estupendo. Y quien no, que se recree la vista en las pinturas, que no envejecen (o lo hacen pero luego las restauran y otra vez como nuevas) y no dan la lata, siempre tan modositas colgadas de la pared sin hacer daño a nadie. Qué maravilla el arte.