jueves, 27 de abril de 2006

Usos amorosos del mutante llamado Kaos

Siempre he relacionado a Alex Summers con la pulsión sexual. No sé que pensaría Mr. Freud de este extraño emparejamiento, pero es que mi mente calenturienta se calienta a veces más de lo normal. De nombre clave Kaos (Havok en el original), es un miembro de la Increíble Patrulla X, hermano pequeño de Cíclope, conocido en el mundo entero por haber salido en adaptación cinematográfica, eso si, mucho menos que Lobezno por ser más rancio y más tonto.
Su poder consiste en absorber energía estelar que más tarde su cuerpo metaboliza y expulsa en forma de rayos. En su primera aparición, a pesar de ser un jovencito muy responsable, como buen adolescente, sus hormonas estaban disparadas y sus rayos descontrolados, ya que a esa edad nadie puede contener sus impulsos. Para remediar el problema se agenció un traje en el que unos círculos concéntricos indicaban sus "niveles de energía", que se alteraban cuando se excitaba (ejem) o cuando acumulaba mucha energía estelar y entonces tenía que soltar algún rallito por cojones (!ejem¡). Hay una escena muy indicativa: el pequeño de los Summers, retirado de la vida superheroica para vivir con Lorna Dane, la también antigua superheroína conocida como Polaris, comienza a padecer extrañas pesadillas que le incitan a volver a su viejo grupo, culminando en una "polución nocturna" en la que debe soltar un enorme rayo si no quiere hacer explotar la casa. Cuando regresa a la acción, cada batalla se convierte en un encuentro sexual en el que emplear su contenida potencia. Esta situación es más explicita aun cuando su novia se hace mala tras haber sido poseída por una tipa incorpórea llamada Malicia, abandona sus modales pacatos y se convierte en una chica sexualmente agresiva que va por ahí provocando al muchacho, que ya tiene suficiente con lo suya. En cada encuentro de ambos saltan chispas, aunque Alex debe reconocer que cada vez disfruta más usando sus poderes. Pero, después de varios escarceos que crecen exponencialmente en intensidad, Kaos se marcha del país y deja a su partenaire compuesta y sin posibilidad de bronca y posterior reconciliación. En el desolado desierto australiano, Kaos se desfoga con la mujer de su hermano, pero no a base de rayos precisamente, mientras a Polaris se le va acabando la maldad y desea volver a ser la sosa de antaño.
Tras múltiples y complicadas aventuras (Kaos se pasa a los malos, Lorna retorna a los buenos), Alex se hace con el control de sus poderes y todo se vuelve más aburrido. Se olvida el traje de círculos concéntricos y vuelve con su primer amor; ha alcanzado la edad adulta y controla perfectamente sus bajos instintos. Pero su vida sexual seguro que es mucho más aburrida.

miércoles, 19 de abril de 2006

Lo noche del lector (II)

"Farenheit 451" (François Truffaut)

"-¿Es cierto que hace mucho tiempo los bomberos solían apagar incendios en lugar de quemar libros?
-¿Apagar incendios? ¿Quién le dijo eso?
-No sé, alguien. Pero ¿es cierto? ¿Así era?
-¡Qué idea tan extraña! Las casas siempre han sido incombustibles
-Dígame, ¿Por qué quema libros?
-Es un trabajo como cualquier otro... es un buen trabajo, con mucha variedad. El lunes quemamos Miller, el martes Tolstoi, el miércoles Walt Whitman, el viernes Faulkner y sábado y domingo, Schopenhauer y Sartre.

Pasto de las llamas:

"Cumbres borrascosas" (Emily Bronte)

-Elena: ¿no sueñas nunca cosas extrañas? -me dijo, después de reflexionar un instante.
-A veces -respondí.
-También yo. En ocasiones he soñado cosas que no he olvidado nunca y que han cambiado mi modo de pensar. Han pasado por mi alma y le han dado un color nuevo, como cuando al agua se le agrega vino. Y uno que he tenido es de esa clase. Te lo voy a contar, pero líbrate de sonreír ni un solo instante. (...)

-Pues soñé -dijo- que estaba en el cielo, que comprendía y notaba que aquello no era mi casa, que se me partía el corazón de tanto llorar por volver a la tierra, y que, al fin, los ángeles se enfadaron tanto, que me echaron fuera. Fui a caer en medio de la maleza, en lo más alto de Cumbres Borrascosas, y me desperté llorando de alegría. Ahora, con esa explicación, podrás comprender mi secreto. Tanto interés tengo en casarme con Eduardo Linton como en ir al cielo, y si mi malvado hermano no hubiera tratado tan mal al pobre Heathcliff, yo no habría pensado en ello nunca. Casarme con Heathcliff sería rebajarnos, pero él nunca llegará a saber cuánto le quiero, y no porque sea guapo, sino porque hay más de mí en él que en mí misma. No sé qué composición tendrán nuestras almas, pero sea de lo que sea, la suya es igual a la mía, y en cambio la de Eduardo es tan diferente como el rayo lo es de la luz de la luna, o la nieve de la llama.

"Orgullo y prejuicio" (Jane Austen)

–Ahora le toca a usted decir algo, señor Darcy. Yo ya he hablado del baile, y usted debería hacer algún comentario sobre las dimensiones del salón y sobre el número de parejas.Él sonrió y le aseguró que diría todo lo que ella desease escuchar.
–Muy bien. No está mal esa respuesta de momento. Quizá poco a poco me convenza de que los bailes privados son más agradables que los públicos; pero ahora podemos permanecer callados.
–¿Acostumbra usted a hablar mientras baila?
–Algunas veces. Es preciso hablar un poco, ¿no cree? Sería extraño estar juntos durante media hora sin decir ni una palabra. Pero en atención de algunos, hay que llevar la conversación de modo que no se vean obligados a tener que decir más de lo preciso.
–¿Se refiere a usted misma o lo dice por mí?
–Por los dos –replicó Elizabeth con coquetería–, pues he encontrado un gran parecido en nuestra forma de ser. Los dos somos insociables, taciturnos y enemigos de hablar, a menos que esperemos decir algo que deslumbre a todos los presentes y pase a la posteridad con todo el brillo de un proverbio.
–Estoy seguro de que usted no es así. En cuanto a mí, no sabría decirlo. Usted, sin duda, cree que me ha hecho un fiel retrato.
–No puedo juzgar mi propia obra.

"El retrato de Dorian Gray" (Oscar Wilde)

Empezó a preguntarse si alguna vez se conseguiría hacer de la psicología una ciencia tan exacta que fuese capaz de revelarnos hasta el último manantial de la vida. Mientras tanto, siempre nos equivocamos sobre nosotros mismos y raras veces entendemos a los demás. La experiencia carece de valor ético. Es sencillamente el nombre que dan los hombres a sus errores. Por regla general los moralistas la consideran una advertencia, reclaman para ella cierta eficacia ética en la formación del carácter, la alaban como algo que nos enseña qué camino hemos de seguir y qué abismos evitar. Pero la experiencia carece de fuerza determinante. Tiene tan poco de causa activa como la misma conciencia. Lo único que realmente demuestra es que nuestro futuro será igual a nuestro pasado, y que el pecado que hemos cometido una vez, y con amargura, lo repetiremos muchas veces, y con alegría.

PD: El post ha quedado como un cartel del metro de esos que rezan "No te quedes en la primera página, continúa en tu librería", que horror. En fin..

martes, 18 de abril de 2006

La noche del lector (I)

La Comunidad de Madrid, organismo por el que no siento ninguna simpatía, nos trae la Noche de los libros, serie de actividades que pretenden que creamos por una noche que la literatura es algo importante. Pero una vez más los protagonistas serán los literatos invitados a tan magno evento. Por ello propongo una alternativa, la Noche del lector, en la que pasemos de las decenas de superinteresantes encuentros y nos quedemos en casita leyendo, que de eso se trata. Por mi parte puede que acabe ignorando mis propios consejos, como casi siempre, y acuda a la proyección de "Farenheit 451", pues quiero escuchar a todo trapo la maravillosa música de Bernard Hermann y me pilla cerca de casa. Esta obra de Truffaut es una de las declaraciones de amor a la literatura más intensas que se hayan realizado jamás. La secuencia de los libros reducidos a cenizas es casi dolorosa. Celebremos este estupendástico Día del Libro con unos fragmentos que en el futuro pueden haberse perdido irremisiblemente por culpa del fuego de estos siniestros bomberos y que alcanzan la fatídica temperatura en esta película:

"Madame Bovary" (Gustave Flaubert)
Emma llevaba una bata de casa muy abierta, que dejaba ver entre las solapas del chal del corpiño una blusa plisada con tres botones dorados. Su cinturón era un cordón de grandes borlas, y sus pequeñas pantuflas de color granate tenían un manojo de cintas anchas, que se extendía hasta el empeine. Se había comprado un secante, un juego de escritorio, un portaplumas y sobres, aunque no tenía a quién escribir; quitaba el polvo a su anaquel, se miraba en el espejo, cogía un libro, luego, soñando entre líneas, lo dejaba caer sobre sus rodillas. Tenía ganas de viajar o de volver a vivir a su convento. Deseaba a la vez morirse y vivir en París.

"Lolita" (Vladimir Nabokov)
Si pedimos a un hombre normal que elija a la niña más bonita en una fotografía de un grupo de colegialas o girl scouts, no siempre señalará a la nínfula. Hay que ser artista y loco, un ser infinitamente melancólico, con una burbuja de ardiente veneno en las entrañas y una llama de suprema voluptuosidad siempre encendida en su sutil espinazo, para reconocer de inmediato, por signos inefables -el diseño ligeramente felino de un pómulo, la delicadeza de un miembro aterciopelado- y otros indicios que la desesperación, la vergüenza y las lágrimas me prohíben enumerar al pequeño demonio mortífero ignorante de su fantástico poder.

Mañana, más fragmentos ardientes. Leed mientras nos dejen.

lunes, 17 de abril de 2006

Días de cine

Las vacaciones deberían servir para hacer lo que a uno más le apetece. En Semana Santa me apetecía tumbarme en una playa de las Islas Mauricio, pero como no ha podido ser, he pasado los días viendo películas, que es asimismo una actividad sumamente agradable y descansada. Aun no sé si el cine sirve para algo, si es un alimento espiritual o una pérdida de tiempo, pero me hace sentir levemente mejor cuando tengo que quedarme en Madrid mientras el resto del mundo ha huido de esta puñetera ciudad. He aquí las consecuencias de mi frustración y aburrimiento.

- "Brokeback mountain": He tardado pero al final, he sucumbido a la presión mediática. Y no me arrepiento. Su envoltorio intimista esconde un amor épico determinado por una circunstancia llamada soledad, constatación de la verdad escondida en una vieja canción de Neil Diamond que cantó como nadie Aimee Mann: dos es casi tan malo como uno, pues es el siguiente número más solitario. Pero sigo odiando a Jake Gyllenhaal.

- "Orfeo": por si acaso, he descolgado todos los espejos de mi casa y les he dado la vuelta. Así, si la muerte viene de visita, se llevará un buen golpe antes de atraparme.

- "Dos en la carretera": dos adivinanzas. Primera: ¿Qué clase de personas se sientan juntas y no tienen nada que decirse? Solución: los matrimonios. Segunda: ¿Se puede poseer más encanto que el tándem Finney-Hepburn? Solución (obvia): no.

- "Dulce pájaro de juventud": mi profesor de historia del cine, que en paz descanse, decía que hay que ver malas películas para apreciar las buenas en su justa medida. Esta vez se lleva la palma esta historia tonta y llena de tópicos que apenas merece la pena por la cara de Paul Newman, una de las bellezas menos discutibles que se han asomado a la gran pantalla, y la intervención de una juvenil suegra de Bree en "Mujeres desesperadas" (Shirley Knight) interpretando a la típica rubia sosita.

- Y, por último, "Picnic": ¿Por qué los melodramas clásicos son apasionantes? A pesar de su aparente levedad, esconden el reflejo fidedigno de un lugar y una época, como esos insectos prehistóricos encerrados para siempre en ámbar. Un extraño en el pueblo (William Holden) se cuela en una merienda campestre y hace polvo la rutina del apacible lugar. El baile entre el galán (una de las pocas secuencias en las que aparece con camisa, aunque acaba sin parte de ella por culpa de una furibunda Rosalind Russell, para que digan que antes no existían los desnudos gratuitos) y la belleza local vale más que algunos musicales enteros, que no cito por no herir orgullos. Cierto, Kim Novak no sabe actuar, y ni falta que le hace.

El próximo año espero contar mis vacaciones en la playa. Puede que Dios me haya castigado por no ir a la iglesia. Pero es que en el cine se está mejor.

martes, 11 de abril de 2006

Manual inservible

Ya terminé "La vida instrucciones de uso" y todavía reverbera en mi cabeza la paradoja que supone la mera existencia de esta novela. El mensaje de Georges Perec es bastante claro: todas nuestras acciones, cuando no están destinadas de antemano al fracaso más estrepitoso, no dejan ninguna huella rastreable en un hipotético futuro. Es inútil esforzarse en dejar señales de nuestro paso por el mundo pues los que vienen detrás de nosotros las borrarán de forma accidental pero implacable. En definitiva, la humanidad está condenada al olvido.
Pero, al condensar estas ideas en la casa de la calle Simon-Crubellier, el escritor francés dejó para la posteridad un libro que será admirado durante generaciones. Aunque, si alguien pretende encontrar en él la respuesta a algo, que sepa que es un manual del todo inservible.

PD: Le tomo el título prestado al blog de la encantadora y lúcida Mila.

lunes, 10 de abril de 2006

¿Qué es ser normal?

De ordinario, los viajes en metro no deparan muchas sorpresas.
Al menos en Madrid, los parones y las averías son algo tan recurrente que a nadie pillan desprevenido. Tampoco es un espacio propicio para la reflexión, pero a veces no se puede evitar pensar, aunque sea levemente, a pesar del vaivén frenético, la frustración, las prisas y la música del vecino de asiento a todo volumen. Por ejemplo, cuando se te aparece Lobezno mientras desciendes las escaleras mecánicas.
Al principió pensé que se trataba de un anuncio de la inminente X Men 3, lo cual me hizo salivar de emoción, pero resultó ser la nueva campaña de Reebok, que ha decidido usar un personaje de ficción que usa mallas hechas con moléculas inestables como imagen de ropa de deporte. En el breve texto que aparece al lado del careto de Logan se puede leer: "¿Qué es exactamente ser normal?" (o algo así), firmado: Lobezno.
Es extraño que un personaje de comic publicite zapatillas y mucho más que lo haga un miembro de la asombrosa Patrulla X.
Alguien puede alegar: el protagonista de la campaña es Hugh Jackman. Sería lo lógico, pues parece un tipo que suda la camiseta con frecuencia. Pero no, el actor se ha mimetizado a tal punto con el personaje que el publico confunde a ambos. Esperemos que el señor Jackman no enloquezca un día y acabe creyéndose su papel hasta intentar destripar a los malosos.
Es cierto que no puede considerarse a Lobezno un hombre normal: es un mutante que puede curarse de cualquier herida, por mortífera que sea, con el esqueleto cubierto de adamantium, el metal más duro que existe (en los tebeos) y unas garras del mismo material capaces de rajar cualquier cosa. Pero la mayoría de los mortales desconocen estos datos.
En cambio, es mucho más popular Iker Casillas, jugador de fútbol con pinta de bakala que confiesa que jugaba en el Real Madrid cuando dio (o le dieron) su primer beso. Vamos, que todos los condones se los ha costeado parando cañonazos. Si se ignora su profesión, está más en la onda de la chavalería que el mutante canadiense favorito de América.
Por eso, a no ser que la campaña vaya dirigida a frikis (me fijaré en la próxima convención si se usa más ropa Reebok, los que no vayan disfrazados, claro), no creo que funcione. Porque no hace falta devanarse los sesos para responder a la pregunta planteada más arriba: ser normal es adorar a Casillas y no tener ni puta idea de quien es Lobezno.

jueves, 6 de abril de 2006

El arte de la corrupción

La primera vez que supe de Marbella fue en programas del tipo "Que me dices". Este espacio idílico aparecía como lugar de veraneo de la jet set (?), tropa encabezada por Gunilla Von Bismarck, una aristócrata venida a menos con pinta de Barbie geriátrica que se hacía acompañar en sus correrías nocturnas por un atípico partenaiere: su ex-marido, un tipo cuyo nombre no recuerdo y que intentaba disimular su evidente calvicie dejándose crecer los cuatro pelos que le quedaban en la parte de atrás de la cabeza.
En aquella época llegó a la alcaldía de la localidad malagueña el orondo Jesús Gil y empezaron los problemas. El antiguo presidente del Atlético también tenía una extraña pareja: una mujer que no debió serlo al principio de su vida, clarísimo precedente de la polifacética Carmen de Mairena, a veces humorista, a veces actriz/actor porno, a veces humorista, pero con más maquillaje y menos gracia.
Cuando Gil fue enchironado (a todas luces injustamente), le sucedió el inefable Cachuli, a la sazón novio de la folklórica mayor del reino, Isabel Pantoja. Pero la corrupción (bonita palabra, a lo mejor voto por ella en el concurso de Escuela de escritores) volvió a hacer acto de presencia y Julian Muñoz fue bruscamente apartado del poder.
Esta bizarra sucesión de parejas parecía haberse detenido, pero de nuevo se ha abierto la caja de los truenos, descubriéndose en su interior numerosos tesoros.El marido de la depuesta alcaldesa parecía normal, pero ésta mantenía un romance extramarital con uno de sus guardaespaldas, pero eso es otra historia. Lo que importa son los tesoros: mogollón de trofeos de caza, cabezas de rinoceronte, pieles de tigre, colmillos de elefante y cosas así. Cuando los vi, pensé vaya decorador más paleto contrataron, en vez de invertir en obras de arte. Mejor no haber abierto la boca. En la siguiente fotografía aparece un cuadro de Joan Miró !colgado encima de un jacuzzi¡
A través de una conversación entre los protagonistas, el cineasta norteamericano Todd Haynes elucubra una teoría sobre el arte de Miró en su más que recomendable película "Lejos del cielo":

- Raymond Deagan: ¿Cuál es su opinión del arte moderno?
- Cathy Whitaker: Es difícil de explicar, realmente. Sólo sé lo que me gusta y lo que no. Como este... No sé como se pronuncia...¿Mira?
-Raymond Deagan: Miró
-Cathy Whitaker: Miró. No sé por qué, pero me encanta. El sentimiento que transmite. Sé que suena terriblemente vago.
-Raymond Deagan: No, no, confirma algo que siempre me ha maravillado del arte moderno, del arte abstracto.
-Cathy Whitaker: ¿Qué es?
-Raymond Deagan: Que quizá continuó la labor del arte religioso, de algún modo de tratar de mostrarnos la divinidad. El artista moderno solo usa los elementos básicos de forma y color. Pero cuando miras a este Miró, sientes exactamente lo mismo.

Quizá mientras se bañaban en el jacuzzi, Roca y sus compinches reflexionaban sobre la divinidad. O sobre el castigo divino. O quizá no pensaban en nada, pero a veces cruzase por su mente, como un denso nubarrón, la persistente idea de finalmente se descubrían los millones que habían "usufructuado" pues, quizá, la tercera iba a ser la vencida.

lunes, 3 de abril de 2006

Gato blanco gato negro

Y por fin, en nuestra sección dedicada a gatos célebres, el insigne Blacksad, quizá el felino más famoso de la historia del comic si obviamos a Garfield, Hobbes, Catwoman... Bueno, uno de los más famosos. No recuerdo cuando y donde le conocí. Fue como esos gatos que encuentras en una misma calle en días sucesivos y que acabas reconociendo por una mancha blanca sobre el ojo o una cicatriz en el lomo.
Blacksad deambulaba por las calles adyacentes a la mía desde hacía tiempo cuando decidí acercarme a él. Su aspecto era imponente, una versión animal de Paul Newman, un lustroso gato negro con traje y corbata que luce una sonrisa capaz de desarmar el corazón más endurecido. Además, fumaba. Me caía simpático.Su primera aventura, "Un lugar entre las sombras", me decepcionó un tanto. Los dibujos eran preciosos, si, pero el argumento era muy flojo, una mera revisitación de las clásicas tramas de cine negro en las que el protagonista se enfrenta a los malos por defender unos ideales en los que todo el mundo ha dejado de creer, aunque remarcando el salvajismo de la jungla de asfalto que es esta sociedad poblada por animales andantes y parlantes.
Pero en el segundo número la cosa mejora. "Artic nation" narra una historia de odios raciales en el que los animales blancos odian a los negros y viceversa. Un tanto absurdo si observamos que entre las especies que aparecen hay ejemplares marrones, grises, rojizos y hasta una cebra. Pero esta eventualidad queda resuelta concentrando el odio sobre los animales de pelaje más oscuro, como el propio Blacksad, que, además del desprecio de buhos, zorros, osos y demás depredadores de inmaculada coloración, debe encontrar a una niña secuestrada supuestamente por la organización que da título a la obra, un bestial remedo del Ku klux klan.
Después de acabar el volumen queda un regusto triste. Siempre se dice que los animales son mejores que las personas, dicho que se revela cierto en este comic. De comportarse los bichos como las personas, imagina las guarrerías que se harían unos a otros. Mucho peores que andar comiéndose todo el rato.
Blacksad es un personaje ambiguo, como los antihéroes del cine negro, a medio camino entre la luz y la oscuridad. A pesar de su aspecto atractivo, es un gato con el que no me gustaría toparme de noche en un callejón oscuro. Pero para leerlo, es un rato entretenido.

sábado, 1 de abril de 2006

Anne Breidel: modo de empleo

Ciertos personajes se repiten a lo largo de la historia de la literatura. Esta constante es frecuente en la literatura con mayúsculas, pero en los libros que lectores eventuales devoran en los trayectos en metro también hay ecos de obras maestras, ya que los escritores de estos entretenimientos suelen ser lectores más aplicados que los suyos propios.
Por ejemplo, Helen Fielding, autora de "El diario de Bridget Jones", que decidió convertir su columna semanal, protagonizada por una treintañera entrada en carnes, soltera, fumadora y ligeramente alcoholizada, en una novela que se transformó en un best-seller internacional. Bridget se convirtió asimismo en una referencia para las treintañeras entradas en carnes, solteras, fumadoras y ligeramente alcoholizadas (no necesariamente todo a la vez), pues a medida que la historia progresa se va diluyendo el realismo, transformándose en un contemporáneo cuento de hadas.
Pero, a pesar de su aparente ligereza, las bases de la narración son muy sólidas: además de calcar con brío la estructura, y hasta el nombre del protagonista masculino, de "Orgullo y prejuicio", la Fielding podría haber hallado la inspiración para su criatura en un personaje de "La vida instrucciones de uso", monumental relato del escritor francés Georges Perec. En uno de los capítulos de esta disección de una casa de pisos parisina aparece Anne Breidel, una jovencita que tiene en común con la inglesa sus recurrentes intentos por adelgazar y su obsesión por los listados de las calorías que consume, flagrantes omisiones incluidas:

Es cierto que Anne apuntó escrupulosamente todo lo que comió y bebió en el desayuno, el almuerzo y la cena, pero no tuvo para nada en cuenta las cuarenta o cincuenta incursiones furtivas que hizo entre cada comida a la nevera y alacena para intentar calmar su insaciable apetito. Su abuela, su hermana y la señora Lafuente, la asistenta que lleva más de veinte años sirviendo en la casa, lo han intentado ya todo para impedírselo llegando incluso hasta vaciar todas las noches la nevera y encerrar con candado en un armario todo lo comestible; pero no servía para nada: Anne Breidel, privada de sus piscolabis, se ponía como una fiera y salía a satisfacer su irreprimible bulimia en un café o en casa de alguna amiga. Lo más grave del caso no es que coma entre las comidas, cosa que muchos dietéticos consideran incluso más bien beneficiosa; es que, siendo irreprochablemente estricta en lo tocante al régimen que sigue en las comidas, y que ha impuesto además a su abuela y a su hermana, se comporta con asombroso laxismo, así que acaba de comer; ella, que no admitiría que hubiera sobre la mesa no sólo pan o mantequilla, sino esos alimentos considerados neutros, como las aceitunas, las quisquillas grises, la mostaza o los salsifís, se levanta, en cambio, a media noche para ir a devorar sin el menor escrúpulo platos llenos de copos de avena (350), rebanadas de pan untadas con mantequilla (900), tabletas de chocolate (600), bollos relíenos (360), bleu d´Auvergne (320), nueces (600), chicharrones (600), gruyere (380) o atún en aceite (300). A decir verdad, está prácticamente picando todo el día y, mientras con la mano derecha hace su suma consoladora, roe con la izquierda una pata de pollo.

Los puristas alegarán: muchas mujeres realizan el recuento de lo que comen y dejan de comer y casi todas se saltan su propia dieta. Pero antes de Perec, ¿quién las había usado este estereotipo en un libro? Vale, seguro que alguien lo hizo, pero ciertos personajes se repiten a lo largo de la historia de la literatura. Esta constante es frecuente...